01 agosto 2020

Indultos

Los toros más bravos son indultados y convertidos en sementales para preservar la raza y la casta. El 19 de julio de 1982, en Madrid, el matador José Ortega Cano se enfrentó a Belador, de la ganadería de Victorino Martín. La faena fue entraordinaria. Hasta hoy, es el único toro indultado en la Plaza de Las Ventas. 
Cuando era niño, mi abuela Atlántida estuvo varios días en cama por una neumonía. Nadie recordaba haberla visto rendirse ante una enfermedad. Mercedita, una querida vecina, se alarmó tanto que me mandó a buscar. Cuando llegué a su casa tenía una enorme gallina negra amarrada por las patas.
“Háganle una sopa con ella a tu abuela”, me dijo. Talín, su esposo, que manejaba un camión de Acopio, me llenó un cubo con plátanos y papas (ese tipo de gestos era comunes en el Paradero de Camarones de entonces). Cuando me paré delante de Atlántida con el cubo y la gallina, dijo que no con la cabeza.
“Suéltala en el patio, vamos a cojerla para cría —ordenó—. Que tu abuelo mate a la jamaiquina”. 
A partir de entonces se llamó La Gallinita Negra, por un cuento fantástico de Antoni Pogorelski que yo tenía. No duró mucho, se la pasaba cruzando de nuestro patio al de Mercedita. Una tarde, cuando regresaba a casa, calculó mal la velocidad de un tren de carga y no llegó al otro lado de la línea.
Antes de ayer, al final de un largo día hacia un ciclón, nos hicimos un batido de mamey con leche Carnation. La fruta era tan grande y estaba tan deliciosa, que decidimos sembrar las semillas. Aunque no se trató de un indulto, el hecho implicó un homenaje muy parecido. 
Las semillas del mamey, como Belador y la Gallinita Negra, preservarán la raza y la casta.

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