La casa de Daniel Peñate, el mejor amigo de mi padre, era (al menos para mí) la más linda del Escambray. Desde su terraza se veía gran parte del valle de Jibacoa. En el secadero, la despulpadora y el almacén de café jugué incontables veces. Allí me imaginé las más hilarantes aventuras.
En cada una de ellas, encarné a un héroe imbatible que siempre luchaba contra enemigos invisibles (era el único niño en varios kilómetros a la redonda). Fui, indistintamente, el Zorro, Enrique de Lagardere, Robin Hood, el prisionero de la Máscara de Hierro, Sandokán...
Pero mi sitio preferido de aquel lugar, rodeada de montañas y neblina, era la cocina. Estaba a un lado de la casa. En el centro tenía un fogón de leña que nunca vi apagado. Algo siempre se cocía en él. Un caldero de leche y una jarra de café estaban disponibles a toda hora para el que ya no pudiera aguantar el frío.
Juanita, la esposa de Daniel, no salía de la cocina. Su vida transcurría entre el humo de la leña y los olores extremos de adobos, sofritos y postres. Cuando estábamos concibiendo la cabaña donde vivimos en la Loma de Thoreau, pensamos en hacer la cocina aparte. Pero en aquel momento resultaba inviable.
Como consecuencia de la nueva normalidad que ha impuesto la pandemia, pasamos mucho más tiempo en la Loma. Eso hizo que retomáramos la idea de separar la cocina de la cabaña y crear un nuevo espacio que sirviera de transición. Le pedimos a Carlos Borrell, el arquitecto del conjunto, que asumiera ese reto.
“Queremos que parezca parte del diseño original”, puso como condición Diana. Ya empezamos la excavación. Esperamos inaugurarla en Navidad. Entonces nuestra vida transcurrirá entre el humo de la leña y los olores extremos de adobos, sofritos y postres. La cocina de Daniel Peñate para ese entonces quedará bien lejos del valle de Jibacoa.
Pero en esencia seguirá siendo el mismo sitio: un lugar donde a toda hora habrá algo para los que ya no puedan aguantar el frío.
2 comentarios:
Eso va a quedar especial como los relatos de este blog.Ahora lo que pienso es que está un poco abierto ese trayecto para pasar en las noches de un lado a otro.Por la presencia de animales salvajes, tal vez algún felino de la región.O hasta el frío habrá que ponerle cristales o protección.
Comer en esa Pasarela que comunica los dos módulos es un lujo. He aprendido después de vivir en ciudad, en un apartamento, a valorar el comer al aire libre y sobre todo interactuar a la hora de cocinar, (anfitrión-cocinero-s-.) .
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