21 abril 2023

Por culpa de John Dutton


Siempre me han gustado las camionetas y últimamente, por culpa de John Dutton (el protagonista de la adictiva Yellowstone), me he fanatizado con las Ram 3500. Llegué al extremo de decirle a Diana que quería cambiar mi Jeep por una.—¡Ni lo pienses! —me respondió la Cucha—. Para empezar, no cabría en el parqueo del edificio, ni siquiera en el de la Loma...
Por lo tajante de su respuesta, me olvidé del asunto. Pero ayer me dijo que lo había pensado mejor, que yo trabajaba mucho y que me merecía la camioneta.
—Como puedes ver —concluyó—, resolví el problema del parqueo.

13 abril 2023

Eduardo Heras León


En los años 90, por Ángel Santiesteban, me hice asiduo de la casa de Eduardo Heras León. Además de darnos de comer en aquella Habana desabastecida, nos prestaba libros, discos y hasta juegos (tenía uno de la MLB que sigo buscando. Me encantaba, porque era de la época de oro de Ken Griffey Jr).
Viajamos juntos a eventos literarios por casi toda Cuba. Recuerdo especialmente una semana en Nueva Gerona, donde él y Francisco López Sacha tuvieron que protegernos a Angelito y a mí de las autoridades, por haber violado las reglas del hotel donde nos quedábamos.
Angelito y yo no podíamos contener la risa, pero el Chino se tomó muy en serio la pesquisa de los agentes y los colmó de explicaciones. "Estos muchachos, además de ser dos escritores importantes, son mis hijos", dijo. Luego, en el avión, ya de regreso a La Habana, prometió que nunca más viajaría con nosotros. 
Una semana después estábamos camino a Rancho Luna, en Cienfuegos, para participar en otro evento. “Esta vez soy yo el que se los va a llevar presos”, nos advirtió. Lo sustituí como director de la editorial de Casa de las Américas. El día que Roberto Fernández Retamar me lo propuso, el primero en enterarse fue el Chino. Salí directo de la Casa para su casa. 
A partir de ese momento no di un paso en aquel lugar sin antes consultárselo. Sus consejos me hicieron madurar como a un aguacate envuelto en un nylon negro, a la cañona. Por aquella época se leía todo lo que yo escribía, me solía devolver las Gaceta de Cuba llenas de señalamientos.
La primera foto es de la penúltima vez que nos vimos. En ella también aparecen Alejandro Aguilar y el poeta dominicano Basilio Belliard. Fue una noche de disfraces y literatura en la que El Chino y yo repasamos nuestras vidas. Aunque ya estaba enfermos, su memoria y su sentido del humor seguían intactos.
Estábamos en Casa de Teatro, en un Santo Domingo muy lluvioso en el que yo acababa de dar con Diana Sarlabous. Ahí la tenía justo en frente, por me hacía el gracioso y trataba de parecer mucho más inteligente de lo que soy. Aún no le había dado el primer beso y, como pueden ver, un Brugal on the rock me asistía en todo.
Al verme congraciándome con Diana, puso cara de padre regañón. "Tú no cambias —me dijo—. ¿Recuerdas aquel día en Nueva Gerona?" "Es muy linda, ¿verdad?", le respondí. "Por la manera en que ella te está mirando —me secreteó—, puedes lanzarte al vacío".
Nos encontramos por última vez en mi casa. Entonces ya estaba casado con Diana y él me sacaba en cara una y otra vez el consejo que me había dado: "¡Te lo dije, te lo dije". Esa noche lo vi bailar por primera vez. Fue con NG la Banda. 
Siguiendo las instrucciones del Tosco, nos despojamos, nos quitamos lo malo, lo echamos pa' trás y nos limpiamos, mi hermano.

12 abril 2023

Un hallazgo, seguido de Los extremos


Un hallazgo

Mi padre (a la derecha), junto a Camilo Cienfuegos, tras la toma del cuartel de Yaguajay. Serafín Venegas Nodal condujo, por el norte de Las Villas, el Jeep Willy's del comandante gerrillero. Juntos llegaron a la casa de mis abuelos, Lázaro Venegas y Eloisa Nodal, en General Carrillo.
—Ay, Camilo, cuídame a mi hijo —dicen que le dijo Eloísa—, que está loco.
—No se preocupe, mi vieja —dicen que respondió Camilo—, que no está más loco que yo.
A esos hechos le debo mi nombre.



Los extremos

Hace dos días, eufórico, compartí una foto de mi padre junto a Camilo Cienfuegos. La acababa de encontrar en las redes. Fue publicada por @Camaguey1514 (una fabulosa cuenta de Twitter que se dedica a "Camagüey y Cuba en fotos, historias y recuerdos").
Junto con muchísimas expresiones de sorpresa, alegría y cariño, recibí tres o cuatro insultos. Algunos trataron de avergonzarme por el pasado de mi padre, es decir, por su participación en el Frente Norte de Las Villas y por haber conducido durante unas semanas el Jeep Willy's del comandante Cienfuegos.
A esos impolutos, que han tenido la suerte de siempre estar del lado correcto, ellos y toda su familia, les tengo una mala noticia. Además de mostrar con orgullo esa foto, atesoro el brazalete de mi padre. Esa es, probablemente, la prenda más valiosa que conservo.
Uno de los mayores crímenes de Fidel Castro fue intentar tergiversar y —en algunos casos— borrar la historia de Cuba. Todo aquel que lo imite, a favor o en contra, estará contribuyendo a que la nación cubana se siga desfigurando (más aún de lo que está, hasta el punto de que nos resulte irreconocible).
No hay nada más ignorante y estúpido que la intolerancia. Ya tuve bastante con la de un extremo, como para tener que aguantar ahora la del otro.

06 abril 2023

Sembrador


De todos los oficios que he ejercido (por necesidad, obligación o voluntariamente) el que más disfruto es el de sembrador. Gracias a Efraín y a su esposa Elda, unos de los mejores amigos de mis tíos Aramís y Miriam, conseguí estas semillas para la Loma de Thoreau: anón de Trinidad, chirimoya de Sancti Spíritus y ají cachucha del Paradero de Camarones ya naturalizado en Hialeah.

02 abril 2023

Aramís


Mi tío Aramís, el último Yero de su generación, tuvo una vida de novela. Nació en el Paradero de Camarones en 1940. Dieciocho años después se alzó en el Escambray, a las órdenes de Eloy Gutiérrez Menoyo. En el Segundo Frente era conocido como El Chulo.
El apodo se lo puso el comandante William Morgan, porque siempre era el último de sus hombres en retirarse. Le tomaba demasiado tiempo despedirse de la novia que hacía en cada caserío por donde pasaban. Morgan también le regaló el fusil que entregó al licenciarse. “¡Tremendo hierro!”, decía con jactancia.
Más de una vez se escapó de su campamento, en El Mamey, para ir a Crucecitas. Eso representaba un gran peligro, pero él lo corría por tal de ver, desde lo alto de aquella montaña, las lejanas luces de los carros dando la vuelta en Punta Gorda, al final del malecón de Cienfuegos.
Llegó a Madrid como refugiado político y peló papas en el Matadero, junto al Manzanares. Con un salvoconducto del presidente Figueres, voló a Costa Rica. Luego condujo un autobús lleno de exiliados cubanos por toda la carretera Panamericana hasta llegar a la frontera con México. Solo necesitó café, tabaco y las noches de una tica.
Su ídolo era John Wayne y se le ocurrían cosas muy parecídas a las del héroe americano, solo que él no las hacía en películas sino en la vida real. Le encantaba manejar y tuvo muchos carros que cuidaba con un celo obsesivo. Pero ninguno estuvo a la altura del Oldsmovile 52 con el que recorría Las Villas, ese territorio del que hablaba como si fuera un país.
Bebía Old Smuggler. Estaba consciente de que no era un buen whisky, pero le encantaba emborracharse con algo que se llamaba “viejo contrabandista”. Prefería la voz de Miguelito Cuní a cualquier otra y juraba que él sí comía candela.
Tuvo dos grandes amores: Miriam y el Paradero de Camarones. Me decía que todas las mañanas, en cuanto abría los ojos al lado de su mujer, su primer pensamiento se lo dedicaba a su pueblo. En el hospital me volvió a hacer todos los cuentos de los Yero. Se burló de mí porque, según él, ya roncaba como mi abuelo. También se quejó de que tenía el sueño muy profundo.
—Anoche te dejé de guardia y te rendiste —me dijo—. Si hubieran venido los indios, toman el campamento.
Hoy en la mañana me dijo que ya tenía las botas puestas, que estaba listo para escaparse. Llevaba dos días con la idea fija de volver a su pueblo. Poco después se quedó dormido y ya no se despertó. Su último pensamiento también fue para el Paradero de Camarones.