23 septiembre 2022

El deseo del Gigante


“Yo pedí que el día que yo muriera me enterraran en la tierra. Pero que sobre mi tumba sembraran una mata de majagua. De ahí iban a salir los bates de más bote en el mundo”, Antonio Muñoz, el Gigante del Escambray.
Nadie como él y Pedro José Rodríguez le dio más alegría a mi infancia.

18 septiembre 2022

Esperando a Fiona


Aunque tuvimos un hermoso amanecer de domingo, el cielo se ha empezado a cerrar. Apenas son las 8 de la mañana y ya parece estar oscureciendo. Una extraña sensación de calor suprimió el frío de la madrugada.
Las aves, que aún conservan el instinto que nosotros perdimos, no necesitan de los partes del tiempo para saber que hoy habrá tormenta. Por eso andan a toda prisa para recogerse lo más temprano posible.
Aunque esta Fiona ha sido tan impredecible como la de Shrek, es seguro que nos dejará un diluvio a su paso. Por eso mi Cucha y yo decidimos volver temprano a Santo Domingo y dejar la Loma en las mejores manos: Alito, Jack y Buck.

17 septiembre 2022

La orquídea viajera


Esta orquídea se las compramos a mi tía Miriam Clarke por su cumpleaños. La pedimos por Amazon desde Santo Domingo a Plants & Blooms Shop. Después de hacer un recorrido de tres estados y cuatro días, por fin llegó a Miami. Miriam, feliz, compartió fotos de su momento de mayor esplendor en Facebook. 
Engalanaron su sala hasta que, como en el cuento de O. Henry, cayó la última flor. Hace dos semanas, cuando pasamos por Miami, Miriam nos propuso que trajéramos su orquídea para la Loma. Aunque la empacamos con mucho cuidado, no teníamos muchas esperanzas de que sobreviviera.
Sin embargo, resistió la compresión en la maleta y la travesía. Hoy en la mañana, Diana (con la ayuda de Alito) la subió a una horqueta para que empezara a fijarse. La última parte de su trayecto no consta en el envío de Amazon. 
Como las aves migratorias que también vienen del norte, la orquídea de Miriam llegó a la Loma de Thoreau para pasar la Navidad con nosotros. Solo que ella no se volverá a mover. Cuando las aves decidan regresar, ya estará firmemente asida al arrayán (Eugenia montícola).
La orquídea viajera por fin llegó su destino.

15 septiembre 2022

Lázaro Horta, piano & bar


Lázaro Horta, el piano man cubano, se presentará por primera vez en República Dominicana el sábado 12 de noviembre a las 9:30 de la noche. Agradecemos a Casa de Teatro y a Freddy Ginebra por abrirnos las puertas más entrañables del Santo Domingo colonial, a Raúl Martin por coordinarlo todo y a Leonardo Orozco por el diseño del cartel. 
Si te gustan las grandes canciones cubanas, el piano y el bar... ¡esa es tu noche!

14 septiembre 2022

Reportes de un ferroviario



Entre 1995 y 1996, viví casi un año en México. De ese largo viaje aún llevo conmigo cosas esenciales, desde el recuerdo imborrable de amigos muy queridos, hasta mi fanatismo por las canciones de José Alfredo Jiménez y mi incapacidad de comer sin picante.
A los pocos días de mi llegada tuve que hacer un viaje a Guadalajara. Le rogué a mis anfitriones que lo hiciéramos en tren, a pesar de que en autobús el trayecto era más corto y cómodo. Aún puedo ver dentro de mi cabeza, proyectados como una película, cada momento de aquella madrugada en el Tapatío.
Luego convertí al metro mi refugio preferido en la Ciudad de México. Siempre me movía en él y muchísimas veces hice recorridos en vano, con la única intención de explorar y conocer las esenciales vísceras de una de las ciudades más grandes del mundo. Me aprendí de memoria el plano y cada una de sus líneas.
Hace unos días, Esteban Darias me sorprendió con esta postal. Su abuelo fue jefe de estación en el Paradero de Camarones y quien enseñó a mi abuelo todo lo que debía saber de ferrocarriles. Luego Esteban fue compañero de trabajo de mi madre y de mis tíos Aldo, Cary, Titita, Eloy y Rafaelito.
Siempre que visitaba mi casa teníamos largas conversaciones de trenes. Aún hoy, cada vez que tengo una duda sobre locomotoras, ramales y operaciones en específico, lo llamo o le escribo para consultársela. Me conmovió que él cargara con esta postal para el exilio y que aún la conserve.
Como podrá notarse en el mensaje enviado, solo se trata de reportes de un ferroviario.

12 septiembre 2022

Instrucciones para armar un colibrí mexicano


Espere a que llegue el mediodía del domingo, sírvase un Brugal 1888, ponga un poco de cola para madera en un pequeño plato y déjese llevar por la intuición. Asegúrese de tener todas las ventanas de la casa cerradas. Una vez que se le ponen las alas intentan escapar.

11 septiembre 2022

Moonshine


Con Gaby, mi amigo de infancia, destilé alcoholes clandestinos en las noches del Paradero de Camarones. De un vagón averiado sacamos miel de purga cuando sabíamos que nadie nos veía. Con un panadero de Cruces conseguimos levadura y, después de una paciente espera, hicimos nuestro propio brebaje.
Moonshine le rinde homenaje a los destiladores clandestinos de Tenneesse y Kentucky que, a la luz de la luna, fermentaban maíz para sacar un whisky muy fuerte y elemental que los ayudara a sobrevivir los difíciles años de la Ley Seca. Siempre trabajaron en la oscuridad y a escondidas.
No sé si llegaré a probar alguna vez este Ole Smoky. Lo encontré en una tienda de licores en México, mientras buscaba algún tequila que traer a Santo Domingo. Al final pudo más mi pasado. Lo compré en homenaje a Gaby y a mí mismo. Por el Camilo clandestino que fui y por los hermanos que me acompañaron en la gesta.
Puede llamarse moonshine, calambuco, chispa de tren, salta pa' trás o como sea, solo se trata de destilar un momento de felicidad imposible de hallar en ninguna otra parte. Cuando las circunstancias te atrapan, siempre se encuentra una manera de escapar.

Sofrito


Nuestras hijas, Ana Rosario y Paloma, han decidido que seamos familia. Si ellas se tratan como primas, nosotros deberíamos ser hermanos. Así es que Julián Fernández y yo hemos acabado siendo familia. Hoy me escribió para preguntarme cómo seguía en la recuperación de mi fractura.
—Excepto la pierna, que sigue en alto —le respondí—, todo lo demás está en el suelo.
Luego, en la medida que el chat avanzaba, le comenté que justo en ese momento estaba oyendo el disco “Sofrito” de Mongo Santamaría. “Lo oigo muchísimo”, subrayé. Julián aprovechó el pie forzado para contarme que, la primera vez que estuvo en Estados Unidos, Mongo lo acogió como si fuera su hijo.
—Hasta hace poco tuve una camisa Givenchy que él me regaló —agregó—. Siempre iba a su casa a almorzar y a comer. Su esposa Ileana me trataba bien cantidad… ¡Tremendas migas que hice con ese viejo!
Luego me contó que todos esos guiños cubanos que hay en la obra de Chic Corea se deben a la experiencia de tocar con Mongo Santamaría. El tumbador habanero cambió la manera de interpretar y crear del compositor de Massachusetts, agregó Julián mientras sonaba “Spring song”.
—Tengo fotos con Chick Corea —me dijo agustiado—, pero ninguna con Mongo.
Poco después Diana abrió la puerta. Había bajado a buscar la comida que pedimos. “Quita la música para sentarnos a la mesa”, me ordenó. “Harina con quimbombó —pareció responderle el coro de Mongo—, la comida pa’ Changó”.
No respondí el último mensaje de Julián, esta conversación sigue inconclusa.

10 septiembre 2022

Blood, Sweat & Tears


En 1967, justo en el año que nací, el pianista y organista Al Kooper, después de grabar con Bob Dylan, Jimi Hendrix y los Rolling Stones, armó una banda en Nueva York. Para el nombre eligió el título de una canción de Johnny Cash, quien a su vez se refería a una célebre frase de Winston Churchill.
—Oigan a este grupo —nos propuso Pepillo—, se llama Sangre, Sudor y Lágrimas.
No recuerdo el nombre de Pepillo, le llamábamos así porque tenía montones de libretas donde anotaba nombres de roqueros y sus discografías, letras de canciones y extensísimas listas de hit parades.
Era el comienzo de los años ochenta y estábamos a 2.000 kilómetros de Nueva York, debajo del tanque de agua de una escuela en los campos de tabaco de Manicaragua. Las flautas, las trompetas y el fliscorno que oí en la bocina de aquella radiocasetera cambiaron para siempre mi gusto musical.
Tres años después, en los primeros días de clases en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán, armaron un escenario para que Silvio Rodríguez nos presentara los resultados de un proyecto que acababa de comenzar con el grupo Afrocuba. El concierto empezó por la flauta de Oriente López seguida por las trompetas.
—Oye —le dije al que tenía al lado—, eso suena como Sangre, Sudor y Lágrimas.
—Tú sabes de música, asere —me respondió Alexis Díaz de Villegas. Ese breve diálogo fue el santo y seña de nuestra amistad, pues pocos días después ya éramos inseparables. 
Eso le impidió hacerme cualquier tipo de reclamación cuando se dio cuenta de que yo no sabía tanto de música como él había supuesto al principio. Por eso se esforzó en profundizar mis conocimientos del rock de los 60 y los 70. Un amigo suyo, que estudiaba cerca, me pasó unas libretas muy parecidas a las de Pepillo.
Es muy duro hacer reposo absoluto por un mes y medio. Desde que me fracturé el peroné, mis días son interminables. Eso me ha obligado a leer, releer y oír más música que nunca, porque me cuesta mucho trabajo escribir. Así fue como volví a los discos de Blood, Sweat & Tears. Sobre todo al de 1968, que fue el que oí debajo del tanque de agua de la escuela de Manicaragua.
El tiempo pasó sin que me diera cuenta. Hacer un viaje tan largo me dejó exhausto y feliz. Ya Diana dormía a mi lado. Por eso me limité a apagar la lámpara de noche y regresar al silencio de la noche, consciente de que estaba a solo 8 horas de distancia de otro día interminable. 
La flauta de Blood, Sweat & Tears siguió sonando dentro de mi cabeza por un rato.

08 septiembre 2022

Mi tía Caridad en el andén de Cienfuegos Carga

Andén de la estación de Cienfuegos Carga, 1985. Detrás, de izquierda 
a derecha: Orlando Puerto Mena, María y su hermano, mi tía Caridad Yero
y Bernardo  Zamora. Delante, Mildred Abreus y Jorge Duarte.

He conocido de cerca a escritores y artistas que admiro mucho. A veces, cuando comparto con ellos, les confieso mi asombro y les vuelvo a contar lo que significaron sus obras para mí. Les recuerdo lo que pensaba de ellos el Camilo que no tenía ni la más remota sospecha de que llegaría a ser su amigo.
Pero nunca, en ningún sitio del mundo, he llegado a encontrarme con tantos ídolos como en el andén de Cienfuegos Carga, la estación donde mi madre laboró por años y en la que pasé días inolvidables de mi infancia. Por aquel ancho corredor de cemento vi desfilar a verdaderas leyendas de los ferrocarriles.
Hace unos días recibí un email de María Thoukididou, una cienfueguera que vive en Chipre y que es hija de Orlando Puerto Mena, una de los íconos que andaban por el andén dando órdenes y haciendo señales para que los trenes llenos de mercancías partieran hacia diferentes puntos de la isla.
En mi respuesta, le comenté a María que mi madre (Lérida Yero), mi tía (Caridad Yero) y su esposo (Rafael Serralvo) fueron compañeros de trabajo por años de Puerto Mena y que de ellos escuché incontables anécdotas de su padre. “Si me envías fotos de ellos seguro que los reconozco”, me dijo. 
Aproveché para preguntarle si conservaba imágenes de la estación de Cienfuegos Carga, en cuyos altos vivió con su familia. Me envió varias. En una, donde ella está junto a uno de sus hermanos y su padre, aparecen Bernardo Zamora (otra leyenda de aquel andén), Jorge Duarte y… ¡mi tía Cary!
Asumo la aparición de Caridad Yero un 8 de septiembre como un verdadero milagro. Sobre todo porque está en un lugar que yo siempre consideré un templo. La risa de mi tía, sus besos, sus abrazos y su apasionado cariño siempre fueron para mí una gran protección. Hoy me di cuenta que lo siguen siendo.

Estación de Cienfuegos Carga, 1985.
(Fotos cortesía de María Thoukididou)

06 septiembre 2022

Sí hacen falta alas

Escultura Alas de México de Jorge Marin.

Diana llegó a México por primera vez en 1970 (a su padre, después de cumplir una condena de trabajos forzados, por fin le habían permitido marcharse de Cuba). 52 años después, volvió al Paseo de la Reforma para agradecer las alas que le crecieron allí.

Freddy Ginebra: "La felicidad es vivir cada día celebrando"


Evelyn Betancourt, directora de la revista Santo Domingo Times, me encargó una entrevista a Freddy Ginebra. Sería el trabajo de portada de un número dedicado a la felicidad. Freddy, como muchos de ustedes saben, es el máximo responsable de que yo viva en República Dominicana y uno de los grandes culpables del Camilo que soy hoy.
El día que nos presentaron me miró muy serio y me dijo que ya quería a demasiados cubanos, que no había cupo ni para uno más. Dio la espalda y se fue, con esa peculiar manera de caminar que él tiene, que consiste en ir balanceándose a un lado y al otro. 
Volvió dos horas después y al encontrarme todavía desconcertado, soltó una carcajada. Desde ese mismo momento se convirtió en mi padre dominicano. Como me dedica tanto tiempo (regañándome, aprobándome y consintiéndome) he llegado a creer que soy especial para él.
Es falso: todos somos especiales para él. Le he visto dedicarles a otros exactamente las mismas palabras y los mismos gestos que tiene conmigo. Hace poco estuvimos reunidos hasta altas horas de la noche y de pronto noté que se había recostado a mí y roncaba. Eso me hizo tan feliz, que no me atreví a moverme hasta que se despertó. “La felicidad durmió en mi hombro”, comenté.
Días después, camino a Madrid, recibí la noticia de que un querido amigo mío agonizaba en La Habana. Cuando le conté que el viaje se me acababa de arruinar, enfureció. “Ahora es que tienes que disfrutar esos días en España —me dijo—. Hazlo por ti y por él. El mejor homenaje que le puedes hacer durante su partida es ser feliz y hacer felices a los que te rodean”. 
Una vez más, Freddy Ginebra había cambiado mi vida. 
(para leer la entrevista en Santo Domingo Times, hacer clic aquí)

 

Todos los que te conocemos y queremos somos felices cuando estamos a tu lado. ¿Realmente eres portador de esa felicidad o solo la llevas contigo para compartirla con los demás?

La felicidad va conmigo a todas partes, siempre me aseguro de que no se ha quedado atrás. No es que tenga que cargar con ella, no la podría llevar en los bolsillos o en una mochila. La felicidad no pesa, por eso simplemente me aseguro de tenerla a mano y de acudir a ella aun en las peores circunstancias.

Siempre que puedo la comparto, pero antes me aseguro de ser feliz yo. Porque solo se puede hacer feliz a los demás cuando uno ha logrado ser feliz con uno mismo. 

 

¿Qué es para ti la felicidad?

La felicidad es este momento que vivo, sin detenerme a pensar en el segundo siguiente. La felicidad es sentirme útil y hacer lo que me gusta, sano, conforme con lo que tengo, rodeado de la gente que amo. La felicidad es la fe en Dios, que es mi mayor tesoro, porque espero y vivo la esperanza.

 

¿Se puede tomar la decisión de ser feliz?

Sí, es una decisión muy simple. Una mañana te levantas y decides ser feliz. ¡Así de simple! Ser feliz es tan sencillo como tener fe. Es un riesgo que tomas, una apuesta contigo mismo, una opción que muchas veces cuesta trabajo porque las condiciones te indican lo contrario, pero debes de luchar por mantenerla. 

La felicidad, como la vida misma, se alimenta todas las mañanas y cada uno tiene su camino señalado. El día que aceptas que la vida es difícil, ya has comenzado a caminar por el sendero adecuado.

 

Cómo Freddy Ginebra ha encontrado la felicidad en…

La familia. La familia es el mayor tesoro, es la base, es el alimento de todas las energías, es la motivación permanente, una escuela, un camino al aprendizaje permanente, es donde más se cultiva el verdadero y puro amor.

La gente. En la gente encuentro universos diferentes que me permiten ejercer como cristiano. Hace tiempo que miro todo con la mirada del optimismo. Por eso miro solo lo que tiene de hermoso cada ser humano y eso me ayuda a transitar por un mundo con la menor cantidad de tapones emocionales posibles. Se qué hay mucho dolor y que no todos los universos son hermosos, pero también sé que cada ser humano tiene mucho de cielo dentro. Los infiernos los ignoro.

Los lugares. Los lugares son escenarios donde encuentro la gente que ayudan a que el paisaje sea más o menos hermoso, pero solo me interesan cuando están habitados. Definitivamente soy un hombre sociable, diría que demasiado. Por eso creé yo mismo mi lugar en el mundo, que es Casa de Teatro, para encontrarme con todo el que quiera entrar y donde abrazo a los extraños como si fueran conocidos y queridos de toda la vida.

La soledad. La soledad y yo hemos convivido mucho y con el tiempo aprendimos a entendernos y hasta a ser felices. La invoco cada vez que la necesito. Algunas veces le pido ayuda y otras, auxilio. Todo ser humano la lleva dentro, es imprescindible para volver a estar acompañado y vital para replantearse la existencia.

 

¿Qué te hacía feliz a los…

10. A esa edad nada me hizo más feliz que una bicicleta. Andando en ella empezó a rodar mi mundo y logré descubrir mi ciudad, el lugar donde he vivido toda mi vida. Ella bicicleta me inculcó mi espíritu viajero y me enamoró de Santo Domingo, el lugar del que me voy para verme obligado a regresar.

30. A los 30 abrí las puertas de una casa y me prometí a mí mismo que nunca permitiría que se cerraran. Eso me ha costado muchísimo más de lo que he tenido, pero me ha hecho tan feliz, que correría el riesgo mil veces más.  

Casa de Teatro me ha permitido apoyar y promover la creatividad de los dominicanos, que es una de las esencias más auténticas de nuestro país. Cada vez que un artista sin dinero, sin apellido o sin saber que era un artista, ha podido presentar sus creaciones en Casa de Teatro, mi felicidad se hincha. 

50. Ya con una bella compañera de vida, dos hijos y cuatro nietos, este valle de lágrimas que siempre he sido se convirtió en un parque de diversiones.

70. Comencé a vivir mi futuro. Aprendí tanto de los golpes que me dio la vida, que decidí hacer lo que realmente me importa y vivir la vida que siempre quise vivir. No han faltado ni faltarán los golpes, pero ya no siento miedo, solo disfruto mientras espero por la esperanza prometida.

 

Se suelen asociar las cosas materiales con la felicidad, ¿realmente tienen que ver o es una idea que nos hemos hecho?

La felicidad está dentro, es intangible e invaluable. Todo aquel que la busque fuera, por más que insista o se empecine, acabará defraudado. Jamás encontrará nada. Las cosas materiales son puro decorado, espejismos, nubes pasajeras, mentiras y, no pocas veces, puertas al abismo.

 

¿Alguna persona ha logrado hacerte infeliz alguna vez?

Nunca, nadie. Ni siquiera el asesino de mi padre —que era mi héroe, mi supermán— pudo derrotarme. Sentí un dolor y una desolación tan grandes que toda mi vida se tambaleó, pero saqué fuerzas para seguir adelante y para, en algún momento, aprender a perdonar. 

Ralph Waldo Emerson, ese maestro que fue capaz de decir las cosas más complejas de la manera más simple, nos advirtió de que por cada minuto que estemos enojados perdemos sesenta segundos de felicidad. Para un señor de 80 años, los segundos cuentan como si fueran horas.

 

¿Qué es lo que más feliz te hace de República Dominicana?

Lo que más feliz me hace de República Dominicana es que yo soy dominicano. Me pongo eufórico cada vez que me doy cuenta de que nací en ese país que un poeta descubrió en el mismo trayecto de sol. Si la alegría no existiera, la hubiéramos inventado los dominicanos. 

Somos alegres por naturaleza, no tiene que ocurrir nada ni nadie tiene que convencernos de que seamos felices. Lo somos porque sí, porque no sabemos ser de otra manera. Cada vez que aterrizo en Las Américas y un dominicano me sonríe, me dan taquicardias de la felicidad.

 

¿De todas las decisiones que has tomado en tu vida, ¿cuál es la que te ha hecho más feliz?

Cada mañana tomo una decisión distinta y, no pocas veces, antes del mediodía ya he tomado otra. Mis decisiones cambian con las horas y yo me adapto constantemente a esos cambios. Porque cambia sin parar (¡ahora más que nunca!) y yo me esfuerzo mucho más de lo que mi cuerpo quisiera para ir a la misma velocidad que los tiempos y no quedarme atrás. 

Nada es estático, por eso la felicidad también necesita adecuarse y yo siempre trato de que la mía lo intente.

 

¿Qué hace Freddy Ginebra cuando está muy triste para recuperar la felicidad?

Tengo una receta muy simple. Primero, no comparto mi tristeza con nadie. Me gusta llorar solo. Luego, me consiento un poco. Veo una película, entro en un supermercado o una ferretería (aunque no compre nada), me distraigo caminando sin rumbo fijo, escucho música, leo o llamo a alguien que esté aún más triste que yo para animarlo.

Tengo amigos que necesitan hablar y escucharlos me sana. Nunca anido el dolor ni me compadezco de mí mismo. Soy un espantadolor, cada vez que él aparece le muestro mi mejor sonrisa y él acaba yéndose en busca de alguien que sí esté dispuesto a ser triste. 

 

¿Qué te falta por lograr en la vida para ser aún más feliz de lo que eres?

No me falta absolutamente nada. Epiceto, un Freddy Ginebra que vivió en el siglo I de nuestra era, decía que la felicidad consiste en ser libres, es decir, en no desear nada. Siempre he sido un hombre afortunado desde el mismo día que nací. La vida ha sido un bello regalo. 

He trabajado mucho, todo me ha costado. Valoro y respeto a todas las personas con quienes convivo. Ahora sería más feliz si todos fuéramos felices, si hubiera menos egoísmos, si las riquezas sirvieran para alimentar y educar a los que hoy no tienen acceso a un plato de comida o a un libro.

Eso, solo eso me haría más feliz. 

05 septiembre 2022

Carpigiani


Algunos lo decían de corrido, otros dividido en sílabas y a no pocos se les enredaba la lengua antes de acabar de leerlo. El día que la máquina llegó al antiguo Bar Arelita, el pueblo se congregó para ver cómo funcionaba. Angelina, la madre del maestro Gustavo, fue seleccionada para operarla.
La Carpigiani estaba coronada por un cartel lumínico donde se leía Coppelita y tenía tres palancas. La de la izquierda era para el helado de vainilla, la de la derecha para el de chocolate y la del centro para un rizado con los dos sabores. Se servía en una barquilla que Federico intentó devolver.
Después de golpearse varias veces la frente por las fuertes punzadas que le provocaba el helado, se acercó a Angelina con la barquilla intacta. “Aquí tiene el vasito, señorita”, le dijo agradecido. “Eso se come, Federico”, le advirtió la dependienta. “No gracias, es que el frío me tiene privado”.
Por esa misma época, gracias a comunistas italianos, se construyeron pizzerías en la mayoría de los pueblos. Cantare, se llamaba la de Cruces. Gioventù, la de Cienfuegos. Trovatore, la de Ranchuelo. En Manicaragua, sin embargo, fueron menos cautos y le pusieron Escambray.
En La Habana instalaron una fábrica de salsa que definió nuestra idea de la comida italiana: Vita Nuova. Y al país llegaron automóviles Alfa Romeo (que se convirtieron en nuestra mayor referencia de la velocidad: “¡Ese corre más que un alfita!”), camiones Fiat y motocicletas Guzzi.
De Italia también llegó una fábrica de calzados plásticos que uniformó al país. Nadie de mi generación pudo escapar de los célebres Kikos, unos zapatos que se convirtieron en un verdadero tormento para los estudiantes. Pero, al menos en el Paradero de Camarones, nada produjo más impacto que la máquina Carpigiani.
Dicho su nombre de corrido, dividido en sílabas o con la lengua enredada, aquel aparato nos cambió la vida a todos. Porque durante el tiempo que funcionó pudimos reunirnos en un lugar que se parecía a Cienfuegos, a Santa Clara y a La Habana. En la acera del frente se apostaban una multitud para burlarse.—¡Míralo, míralo, míralo! —gritaban— ¡Está privado, como Federico!

Se me fue el pie


El 4 de junio, mientras caminábamos por los senderos de la Reserva Científica Ébano Verde, Diana resbaló y se fracturó el peroné. Pocos después nos fuimos de viaje por Inglaterra y España. Fue admirable su valentía durante esos días, andando en triciclo por calles empinadas, plazas adoquinadas, botes, trenes, autobuses...
Ayer se cumplían tres meses de aquel mal paso. Poco después de aterrizar en Santo Domingo, subí nuestras maletas a un carrito para llevarlas hasta el estacionamiento del aeropuerto. Al señor que avanzaba delante de mí se le cayó un bolso y eso hizo que mi carga se volcara.
Al tratar de evitarlo y después de acabar perdiendo el equilibrio, caí sentado sobre mi pierna izquierda. Aquí debo reconocer la solidaridad de varios pasajeros de mi vuelo (que abandonaron sus equipajes para auxiliarme) y del personal del aeropuerto de Las Américas que me asistió de inmediato. 
Guajiro al fin, evito ir al médico cada vez que puedo. A pesar de que era tarde en la noche y que tenía muchos deseos de llegar a casa, le hice caso a Diana y nos desviamos hacia una clínica. Hoy nuestro ortopeda no lo podía creer: la misma fractura, en el mismo lugar, el mismo día.
—Es otra prueba más de amor —le dije al doctor—, aunque admito que esta vez se me fue la mano.
—Más que la mano —respondió después de una carcajada— se te fue el pie… ¡literalmente!
Salí de la consulta con la misma bota y en el mismo triciclo que lo hizo Diana hace apenas unas semanas.

03 septiembre 2022

Los sofritos


Por compromisos de trabajo tuvimos que adelantar el regreso de México a Santo Domingo. Como ya no había espacio en los vuelos directos, nos vimos obligados que dar la vuelta por Miami. Cuando estábamos a punto de aterrizar y distinguimos por la ventanilla los alrededores de la casa de mi tío Aramís, Diana y yo nos miramos.
Después de conseguir dos asientos en uno de los vuelos de mañana, llamamos a mi tía Miriam. Le preguntamos qué estaba haciendo de almuerzo. "Garbanzos, arroz y carne ripiada", nos respondió. "Pon dos platos más", le dijimos. "¡Eeeeehhhh!", exclamó aún más contenta que nosotros.
En cuestión de minutos estábamos en la única cocina donde los sofritos huelen y saben exactamente igual que en mi casa del Paradero de Camarones. A veces uno llora de la felicidad. Hoy Diana y yo lo hicimos.