31 enero 2011

Tren Lechero

Los viajes por Línea Sur nunca se acaban,
el tren avanza durante todo el día
y retrocede en la noche.
Los paisajes no cambian
y los pueblos,
una vez que se borran de la ventanilla,
se adelantar para esperarnos
unos kilómetros más adelante.

Los viajes por Línea Sur nunca empiezan
ni llegan a ninguna parte.
Pero no dejes que se te vaya el tren lechero,
no te bajes por más que parezca
que no se mueve.
Sólo las cosas que suceden en él
te pertenecen,
a eso es a lo que debes aferrarte.

Fidel se fue de Cuba

Cuando Fidel Castro hace cualquier reflexión parece que está ido, no solo de la cabeza sino también de Cuba. El Comandante ya habla como si estuviera en otra parte. La Isla en ruinas que le legó a sus compatriotas, antes de cederle el poder a su hermano menor, ya no aparece en su geografía. Por más hambre que tengan los cubanos, Fidel prefiere referirse a los estómagos vacíos que hay en otras latitudes.
Al referirse a la crisis alimentaria, el dictador tiene la desfachatez de no mirar hacia esa enorme tierra baldía en que convirtió a Cuba. Cuando critica la producción de etanol para su uso como combustible, ni siquiera por pudor admite su enorme miopía al ordenar el desmantelamiento de la industria azucarera cubana, justo en el momento en que el precio internacional del azúcar y sus derivador se multiplicaba.
La población de República Dominicana ya supera los 8 millones. La de Cuba, debido a la creciente pobreza del país, se ha estancado en 11. La superficie cultivable de la primera es muy inferior a la de la segunda. Sin embargo, los dominicanos ya se autoabastecen en rubros claves como arroz, frijoles, carne de res, pollo y huevo. Cuba, incapaz de autoabastecerse en nada, le compra al vecino país parte de sus excedentes.
Con una pasmosa mezcla de indolencia y cinismo, Fidel se fue de Cuba. Los graves problemas que padece la Isla que mal gobernó durante medio siglo, no parecen interesarle en lo más mínimo. Todo su tiempo se va ahora en tratar de reescribir la historia y en vaticinar el inminente fin del mundo. En ambas cosas fallará, como falló en su intento de lograr una revolución liberadora y viable.
Después de él no habrá un diluvio. Si acaso, un aguacero en venganza.

27 enero 2011

¿Qué es un cassette?

No olvido el día en que por fin tuve mi primer cassette. Era un ORWO alemán. Quería grabar tantas cosas en él, que sus 60 minutos se agotaron en segundos.  Las cosas primordiales de Silvio, algo de Serrat, un poco de Pablo y, cortadas a mitad de camino, las “Escaleras al cielo” de Led Zeppeling.
Le hice una cubierta y le quité las “orejas” para que nadie pudiera borrarme aquel tesoro. Luego tuve muchos y siempre procuré escribir en ellos todos los créditos que tenían los discos originales. Con la más cuidada letra de molde, me adaptaba al espacio de la portadilla para que cupiera hasta el más largo de los nombres.
Cuando surgieron los CDs, tardé en adaptarme a su aséptica apariencia. A diferencia del cassette, el disco compacto no facilitaba el manoseo y mucho menos la extraña complicidad que los viejos LPs proponían. Pero al final sucumbí a la pureza del sonido y a la facilidad del manejo. Poco a poco, la extensa colección de cassettes se fue convirtiendo en una carga inservible.
Hace unos días recuperé Hymns to the Silence, un álbum de Van Morrison que perdí al desahacerme de toda la música que ya no tenía cómo reproducir. Lo compré en iTunes. Ya ni siquiera se toca con los dedos. Ahora el "librito" es un extenso archivo en PDF. Cuando lo comenté, Manuel reaccionó extrañado. “¿Qué es un cassette?”, preguntó lleno de curiosidad.
“¿En verdad soy tan viejo?”, fue lo único que atiné a decir.

Un aplauso para el 40 a 90 millas

En el béisbol cubano de la segunda mitad del siglo XX se pegaron muchos jonrones inolvidables, pero hay dos que tienen la categoría de épicos. Ambos fueron conectados en el estadio Latinoamericano y sobre sendos tenedores de Rogelio García. El primero fue de Pedro José Rodríguez, en el último inning de la Selectiva de 1978. El segundo de Agustín Marquetti, en la última jugada de la Serie Nacional de 1986.
El Gigante de Ébano de Alquízar, el mítico 40 de Industriales, ha recibido por estos días varios homenajes. A 90 millas del Cerro y de las cercas donde construyó su leyenda batazo a batazo, Marquetti ha sido aplaudido por sus antiguos compañeros de equipo, por algunos de sus más enconados rivales en el juego y por cientos de fanáticos.
La prensa oficial cubana y, sobre todo, los blogs de acción rápida del régimen, no se pierden la más mínima oportunidad de reseñar hasta la más insignificante presentación en Estados Unidos de los artistas que residen en la isla. Sin embargo, han pasado por alto este espectacular hecho cultural.
“Estoy muy emocionado y me parece como si estuviera en Cuba. No podía imaginar que la gente aquí se acordara tanto de mí. Estoy viviendo ahora mismo uno de los momentos más grandes de mi vida”, dijo Marquetti, un hombre al que le sobran grandes momentos en su vida.
Miles de aficionados acudieron a un juego de softbol entre los equipos Industriales y Cuba. Al finalizar el partido, alguien marcó un número telefónico y del otro lado respondió Rogelio García. “Rogelio es un gran amigo y siempre le digo en broma que yo lo hice más grande a él desde que le conecté aquel famoso jonrón. Esto es algo que me gustaría que él también viviera”, dijo Marquetti.
Un aplauso para el 40 a 90 millas. Algo difícil de tragar para una dictadura que cuenta a los peloteros entre sus inmuebles, como una pertenencia que no puede ser de nadie más, ni siquiera del individuo que viste el uniforme.

26 enero 2011

Una de aquellas lunas sobre el Jaragua

Hace unos días, en Quintas del Bosque, conocí a Flavio Darío Espinal y Minerva del Risco. La conversación dio muy pocas vueltas antes de caer en el padre de Minerva, el poeta René del Risco, un dominicano exageradamente creativo que pasó a toda velocidad por el reino de este mundo.
Ese día le prometí a Minerva que le haría llegar un texto que escribí, a los pocos días de llegar a Santo Domingo, sobre un poema de su padre. Ninguno de los buscadores que tengo a mano dio con él. Al parecer se extravió en uno de los tantos traspasos de computadoras o en uno de esos discos que uno guarda con tanto celo que nunca más da con ellos.
Hace unos minutos, en mi última ronda del día por Facebook, descubrí esta foto en el muro de Minerva. El muchacho de la camisa a rayas y la corbata a la moda (corrían los días finales de 1972) es René del Risco. La muchacha que se deja abrazar y sonríe es Sonia Silvestre. Ella misma acaba de hacerle un comentario a la instantánea.
“Estábamos saliendo de una actividad en el Jaragua. Qué bueno que tienes esa foto, yo creía que se había perdido. Recuerdo que la pasamos súper y a la salida descubrimos que a Tito Saldaña, otro que también se fue del planeta, le habían robado la batería del carro, ¡Qué lío a esa hora y qué risa! Gracias por el recuerdo”, dijo Sonia.
“Ahora estamos frente a otro tiempo/ del que no podemos salir hacia atrás,/ estamos frente a las voces y las risas,/ (…) Debo buscar a los demás,/ a la muchacha que cruza la ciudad/ con extraños perfumes en los labios,/ al hombre que hace vasijas de metal,/ a los que van amargamente alegre a las fiestas”, hubiera podido responder René.
Una de aquellas lunas sobre el Jaragua, la generación de dominicanos que más esperanzas tenía, se daba el lujo de sonreírle a la cámara, eternamente joven, con la inocencia que presume el que no se imagina lo que le espera.

19 enero 2011

El domador del rocío

Nadie sabe quién le pidió que volviera. Pocos entienden cómo lo dejaron entrar. Pero lo que menos explicación tiene es que la mayoría de los haitianos están felices de su regreso. El olvido pudo más que el dolor y la miseria. Por eso ahora Jean-Claude Duvalier, el atroz dictador, es parte de la esperanza de un país que ha extraviado todas las maneras de pronunciar esa palabra.
Cuando Baby Doc fue derrocado por un golpe militar en febrero de 1986, gran parte de los haitianos que el domingo por la noche celebraron su regreso ni siquiera habían nacido. Por eso la mayoría prefiere que le den las riendas de un país que corre desbocado hacia el caos total. Miles de fantasmas harapientos acudieron a saludar al elegante recién llegado.
Para ellos, Duvalier no hizo nada que no hicieran también Jean-Bertrand Aristide y René Préval. A Baby Doc le ayuda, además, el cloro de la nostalgia, que suele blanquear con efectividad las más oscuras superficies. Los fantasmas de los Tonton Macoute ya deben estar afilando los machetes. Una vez más el pasado le dio alcance al futuro en Haití.
El 1 de enero de 1804, el revolucionario Jean-Jacques Desssalines proclamó la independencia de su patria del yugo colonial francés. Una vez que tuvo la libertad en sus manos, Haití no supo qué hacer con ella y por más de dos siglos no ha podido levantar cabeza. Como no hay quien gobierne el rocío, se precisa de un domador. Puestos a elegir entre las tragedias, esa les parece la más llevadera.

18 enero 2011

Harvey Dent a la cubana

El gobierno cubano tiene dos caras. Como Harvey Dent, el antiguo fiscal del distrito de Gotham City, del otro lado del “bondadoso” perfil del régimen hay una faz espeluznante. Una prueba ello es la respuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores a las nuevas medidas sobre Cuba que la Casa Blanca acaba de anunciar.
“Las medidas solo benefician a determinadas categorías de norteamericanos y no restituyen el derecho a viajar a Cuba de todos los ciudadanos norteamericanos, que seguirán siendo los únicos en todo el mundo que no pueden visitar nuestro país libremente”, miente el comunicado.
Es un error que Estados Unidos prive a sus ciudadanos del derecho de viajar libremente a Cuba, pero es una vergüenza que Cuba le impida a sus ciudadanos entrar y salir de su patria cada vez que quieran. Si alguien carece de moral para hacer el más mínimo reclamo sobre políticas migratorias, ese es el régimen cubano.
Jugando también al juego de las dos caras, Abel Prieto, el ministro de Cultura de la isla, acaba de asegurar que los viajes de académicos cubanos a Estados Unidos permitirán que la “verdad” de la dictadura se “abra paso en los espacios culturales de Estados Unidos”. ¿Toleraría Cuba algo semejante en su territorio?
Situaciones como esta demuestran cuan caricaturesca se ha tornado la realidad cubana. En ese contexto, Harvey Dent allí resultaría un personaje más convincente que cualquiera de las bocinas que salen a repetir las mismas frases de siempre, hechas a la medida de un eco hipócrita y falaz.

12 enero 2011

La carnicería del Estado cubano

Esta fotografía, que Tito Álvarez hizo para su serie Gente de mi barrio (1980-1982), explica mejor que un artículo, un ensayo o todo un libro por qué fracasó el socialismo en Cuba. Un Estado que se haga cargo hasta de repartir huesos en cada uno de los hogares de la nación, acaba en la ruina tarde o temprano.
Cuando el Che Guevara se aburrió de dirigir juicios sumarios y pelotones de fusilamiento, desvió los cañones de su ofensiva revolucionaria contra los pequeños comerciantes cubanos. Pocos meses después, la Isla ya estaba sumida en una grave crisis económica. Ese es el origen de la Libreta de Abastecimiento y de los absurdos subsidios que Raúl Castro quiere suprimir ahora.
Guevara era un pésimo economista, pero Fidel Castro también lo aventajaba en eso. El Comandante en Jefe nunca pudo lograr para Cuba la independencia económica (y política) que tanto había prometido. Primero la Unión Soviética y luego Venezuela tuvieron que hacerse cargo de un país inviable desde la má insignificante zapatería hasta la más importante termoeléctrica.
Tito Álvarez solo se propuso retratar los rostros de la gente que le rodeaba. Es probable que no se percatara de que lo más importante de la fotografía quedaba a las espaldas de su carnicero. Es curioso, pero al principio leí “Fidel” en la pizarra de la izquierda. Luego, cuando agrandé la imagen, advertí que decía “final”.

11 enero 2011

María Elena Walsh nos espera en el Reino del Revés

Mi infancia y la de mi hija tuvieron muy pocas cosas en común. Yo pasé los primeros años de mi vida en el campo y ella en la ciudad. A mí solo me rodeaban trenes y cañaverales. A ella todo lo que tenía adentro la última Habana del siglo XX. Yo aprendí a dibujar en el reverso de los papeles de la estación, ella en el Paint de Windows 93.
Solo una cosa nos sucedió de idéntica manera. A mí como a ella el Reino del Revés y el brujito de Gulubú nos hicieron seres distintos. La mayoría de las canciones infantiles comienzan a volverse tontas con los años. La magia que antes veíamos en ellas, se va disolviendo en una especie de bobería que, llegados a cierta edad, nos resulta intragable.
Las canciones de María Elena Walsh, en cambio, van cobrando significados en la medida en que vamos envejeciendo. Lo que a los diez años nos parecía una límpida moraleja, a los veinte se nos troca en una oscura canción de amor. La primera plana de Página 12 de hoy está dedicada a la autora de “La cigarra”. Como ya los periódicos no dan noticias, el diario evitó hablar de su muerte y prefirió contar todas sus vidas.
Nunca he creído en ninguna forma de vida después de la muerte. Pero sería bueno que existiera otra dimensión donde María Elena Walsh pueda seguir creando. Me gustaría pensar que ella nos espera en el Reino del Revés, que nada puede detener la imaginación de la única criatura que logró que mi infancia y la de mi hija coincidieran en algún punto.
Ojalá que llegue hasta allá manejando un cuatrimotor y que, el día menos pensado, se asome para preguntarnos si sabemos lo que pasó.

08 enero 2011

La cultura cubana no necesita a la revolución

Manuel Vázquez Portal me hizo una pregunta para un reportaje suyo que no pude responder a tiempo: “¿Qué impacto traerá para el arte y la cultura cubana las reformas emprendidas por el gobierno de Raúl Castro?”. Estuve a punto de responderle que ninguno. Pero hubiera sido un error, porque esta coyuntura puede acabar resultando muy alentadora.
La cultura cubana no necesita a la revolución. Cuando la segunda llegó, la primera acumulaba ya suficientes valores y universalidad. El “amparo” oficial lo único que logró, en la inmensa mayoría de los casos, fue esterilizar a escritores y artistas que habían conseguido obras relevantes cuando eran marginados o reprimidos.
Al privarlos de las prebendas y los salarios (que algunos incluso ganan sin tener que trabajar), muchos creadores volverán a ser cubanos comunes y corrientes, como los médicos, los agricultores,  los ingenieros, los maestros o los ferroviarios. Tener que regresar a la realidad donde viven la inmensa mayoría de sus compatriotas también les devolverá cierta lucidez.
El ICAIC es actualmente la mayor retranca del cine cubano. La editorial Letras Cubanas es quien menos representa a la vanguardia de la literatura nacional. A la cultura cubana le hacen falta mecenas como José Rodríguez Feo y le sobran intermediarios como Fernando Rojas. Lo que está pasando en estos momentos acelera el proceso en esa dirección.
Al menos en el área de la creatividad, los grandes perdedores de las reformas emprendidas por Raúl Castro serán los burócratas y los perseguidores. Para los verdaderos artistas todo acabará convirtiéndose en eso que los antiguos definieron como una fuente inagotable de inspiración.

Cuando lo vi ya se había ido

Anoche soñé que dormía en el Paradero de Camarones. Pero no en la estación, sino en casa de mi tío Leopoldo González (cosa rara, porque en realidad nunca pasé una noche bajo otro techo que no fuera el de Atlántida y Aurelio). El sueño no fue agradable, pero el reencuentro con mi tío, que murió a principios de los noventa, es de agradecer.
Cuando me desperté eran todavía las 3:50, pero decidí levantarme. Me era imposible volver a dormir después de la excitación que significaba caminar (aunque fuera en sueños) por mi pueblo. Lo primero que apareció en la pantalla de la computadora fue una publicación del poeta Carlos Pintado.
Siempre he sentido una gran admiración por los seres que son capaces de hacer una buena rima. Pero lo que siento por los que logran décimas con soltura, roza la envidia. Carlos nunca sabrá de verdad el bien que me hizo con estos diez versos. Esta madrugada llegué hasta el Paradero de Camarones, pero cuando lo vi ya se había ido.

MENSAJE DE CARLOS PINTADO

Por vergüenza y por timidez (¿quién puede saberlo?) nunca he colgado un poema mío en sitio alguno.  Éste deberá ser la excepción, hermano mío. Ya sabes cuánto te quiero. Sea este poemilla un abrazo, un amago de cercanía, una conversación mientras esperamos el mismo tren en la misma estación. A ver si me perdonas un poquitín de silencio.


LOS TRENES EN LA TARDE

para Camilito Venegas Yero, porque los trenes no vuelven

Los empuja la costumbre
de las horas en que pasan
sobre los rieles que abrazan
su silenciosa costumbre.
No hay sorpresa ni vislumbre:
los trenes van al olvido:
cuando los ves ya se han ido
hacia un tiempo inalcanzable;
los trenes son lo mudable
de un paisaje desvalido.

02 enero 2011

¿Por qué escribo?

(Escrito para el blog de Campo de Texto)
Se han escrito libros de ensayos y de entrevistas sobre eso. Para mucha gente es muy importante saber por qué se escribe o, lo que siempre es más urgente, por qué se tiene la necesidad de escribir. Hay autores que le restan importancia a la duda y prefieren ni averiguarlo, otros, se la toman demasiado en serio y dan una respuesta tan elaborada que hasta para ellos mismos resulta inconcebible.
El País Semanal le acaba de preguntar a 50 escritores, de geografías y lenguas muy diversas, por qué escriben. Como suele suceder en esos casos, hay respuestas ingeniosas, aburridas, simpáticas, torpes, lúcidas, obvias o geniales. Ken Follet lo redujo todo a una cuestión de oficio: “es fantástico dedicarse a algo que uno sabe hacer bien”. Para responder, Carlos Fuentes se hizo una pregunta: “¿Por qué respiro?”.
Antonio Tabucchi también le puso signos de interrogación a sus respuestas: “¿Por qué tenemos miedo a vivir? ¿Por qué tenemos nostalgia de la infancia? ¿Por qué el tiempo pasado corrió de prisa o porque queremos detenerlo? ¿Escribimos porque a causa de la añoranza sentimos nostalgia, arrepentimiento? ¿Por qué queríamos haber hecho una cosa y no la hicimos o porque no deberíamos haber hecho algo que hicimos y no debíamos? ¿Por qué estamos aquí y queremos estar allá y si estuviéramos allá no hubiere resultado mejor quedarnos aquí”.
Mario Vargas Llosa lo había dicho ya muchas veces, pero se sitió en el deber de repetirlo: “Es el centro de lo que hago. No concibo la vida sin la escritura”. Sin embargo, la frase más rotunda de todas no la dijo ninguno de los cuestionados sino Samuell Beckett, a quien Tabucchi trajo a colación: “Escribo porque no me queda otra”.

01 enero 2011

Endulzar la amargura

El primero de enero es una fecha trágica para mis compatriotas. Ese día, en 1959, Cuba comenzó a descomponerse como nación. Muchos lo advirtieron de inmediato, otros reaccionaron a los pocos años y la inmensa mayoría cayó en cuenta cuando ya todo estaba perdido. Ninguna de las cosas que hicieron de nuestra isla una nación próspera y de nuestra gente un pueblo emprendedor, están en pie.
Lo porvenir no era más que una gran tomadura de pelo. El 1 de enero de 2011 ha encontrado a Cuba sumida en las ruinas y la desesperanza. Entre la Punta de Maisí y el Cabo de San Antonio no cabe ni siquiera una razón para creer en el futuro. Las generaciones que empeñaron su juventud en construir una utopía, han llegado a la vejez con las manos vacías.  
Hace medio siglo, Cuba exhibía uno de los índices de desarrollo humano más envidiables de Latinoamérica. Tras cinco décadas de infecunda dictadura, el país ha comenzado a emular con Haití y naciones inviables de África. En los años cincuenta los empresarios cubanos operaban con las más avanzadas tecnologías de la época; en 2011, los cuentapropistas tienen que devolverse a la era preindustrial para comenzar de cero.
Celia Cruz es uno los símbolos más duraderos de la Cuba que comenzamos a perder un día como hoy. Ella murió en el exilio sin que le permitieran regresar a su patria, pero su grito de ¡Azúcar! ha sido más duradero, incluso, que la industria que contribuyó a conformar esa identidad. Una prueba de ello es que el Servicio Postal de Estados Unidos acaba de dedicarle un sello a su inmortal carcajada.
Es cierto que hay muy pocas razones para celebrar, pero una vez más Celia ha sacado la cara por nosotros. Ella, como siempre, solo tiene que enseñar los dientes para endulzar hasta la amargura.