El 19 de agosto de 2006, abrí una cuenta en Blogger y publiqué el primer post en El Fogonero. Para celebrar los 10 años de esta bitácora, le haré pequeñas entrevistas a creadores cubanos que han sido importantes para mí por alguna razón. Quiero que sus palabras se conviertan en mi fiesta.
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© Sergio Cervantes |
El cubano se ofrece cambió mi manera de mirar a a mi pueblo y al mundo
que me rodeaba. Antes de conocer ese libro de Iván Cañas, la belleza de mi
entorno era invisible para mí. Viendo sus fotografías, descubriendo los
detalles de cada imagen, aprendí a ver lo que la abúlica vida de provincia me
ocultaba.
Si
soy del todo honesto, debo reconocer que en mi escritura, sobre todo la que
tiene que ver con las descripciones de mi pueblo y el mundo de los
ferrocarriles, hay una notable influencia de la mirada de Iván Cañas y de su
modo de entender esos paisajes humanos.
No
tuve la fortuna de conocerlo en Cuba. No fue hasta hace poco que por fin anclé
en su muellecito de Miami y, junto a Diana y Alba, brindamos con Brugal, nos
abrazamos y compartimos historias hasta que la madrugada pasó por el río.
La Zafra de los 10 Millones es un
momento épico (y catastrófico) de la historia de la revolución cubana que está ejemplarmente
documentado con tus imágenes. ¿Cómo lograste permanecer en los cañaverales con
una cámara mientras los demás andaban con machetes?
La
Zafra de los 10 Millones fue un evento único en la historia contemporánea de
Cuba. Todos los recursos del país se pusieron en función de ese fracaso económico
y social.
Tuve
la suerte, como fotógrafo, de ser seleccionado junto a dos viejos colegas y
amigos de la revista Cuba, Luc
Chessex y Enrique de la Uz, para cubrir durante unos dos meses el desarrollo de
la zafra en Oriente.
El
protagonista de mi reportaje, como siempre, fue el cubano de a pie, el cortador
de Caña. Mis imágenes, las de Chessex y De la Uz, vieron la luz en un número de
la revista Cuba y en una expo en el
Museo de Bellas Artes.
Luego,
debido al fracaso sonoro de esta costosa aventura, aquellas imágenes no volvieron
a ser divulgadas.
Cuba es el gran tema de tu
fotografía. Aunque fuiste, eres y seguirán siendo un gran fotógrafo, allí
dejaste lo que mejor sabías mirar. ¿Cómo te las arreglas sin mirar a Cuba a
través de un lente?
Llegue
a estas playas a comienzos de 1992 y comencé inmediatamente a tratar de volver
a lo mío. No fue muy fácil que digamos. La fotografía en blanco y negro, la que
conozco, la que amo, ya apenas existía. Todo era color y las diferencias son
enormes.
No
obstante, logré volver a hacerme de un cuarto oscuro y a los 2 ó 3 meses hice
mi primera exposición personal aquí en Miami. Tuvo una cobertura de prensa muy
decente y poco después comencé a colaborar como free lance en la Editorial América, una empresa que producía unas
40 publicaciones en español.
En
esos momentos se fotografiaba en color, pero aun no existía el mundo digital.
No era la fotografía que yo tanto amaba, pero era fotografía. Y ahí seguí...
Los cubanos que retrataste, en
verdad, parecían ofrecerse. ¿Cómo hacías para que posaran con tanta naturalidad
para la historia de la fotografía cubana?
El
cubano es muy comunicativo y eso facilitaba mi acercamiento personal al sujeto
a retratar. Mi técnica era conversar algo con ellos antes y después pedirles
que miraran a cámara y fotografiarlos.
Como
se observa en mis retratos, en realidad no son fotos posadas. Los fotografiados
no están rígidos ni molestos. Me regalaban su imagen a partir de una comunicación
mutua. Ellos se me ofrecían y de ahí el título de mi primer libro.
Como
sabes, la maqueta original de El Cubano se
ofrece forma parte de la Colección Permanente del Museo Reina Sofía, lo
cual es un honor para mí... y para los todos los que se ofrecieron.
La Editorial Verbum acaba de publicar
un libro sobre censura y revolución, a partir del caso de la revista Cuba. ¿Cómo
fue tu experiencia en esa mítica publicación?
La
autora de ese libro es Minerva Salado, amiga de toda la vida. Fue Jefa de Redacción
y periodista de la revista Cuba,
donde compartimos oficios durante 10 años y comenzamos una amistad que ya ronda
el medio siglo.
La
revista Cuba, que luego se convertiría
en Cuba Internacional, dejó de
circular en la isla en 1969 y se enfocó al exterior. Este hecho determinó que
la censura y la intromisión del gobierno en el contenido de la misma, fuera
mucho mas leve que en el resto de las publicaciones.
Tan
es así, que la enorme mayoría de los periodistas, fotógrafos y diseñadores de
la revista no éramos militantes, ni del Partido ni de la Juventud comunista.
Cuando nos comparábamos con los colegas de otras publicaciones, nos sentíamos
afortunados de nuestro carácter “internacional”.
Si tuvieras la oportunidad de volver
a retratar a la Cuba actual como pudiste hacerlo con la de los 60 y los 70,
¿qué imágenes irías a buscar?
Creo
que volvería a hacer lo mismo, retratar al cubano que se ofrece. Nunca me
interesó retratar el Capitolio ni el Malecón, siempre me fascinó la cubanía y
ella está hecha del hombre de a pie. Ese es mi país. Lo volvería a retratar con
mucho gusto.
¿Puedes regalarle a los lectores de El Fogonero una foto inédita de un
cubano que se ofrece?
Sí,
claro. Esta es absolutamente inédita. Es un vendedor clandestino de pájaros en
los alrededores del Mercado Único. Habana, 1971.
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© Iván Cañas. |
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