20 octubre 2022

Comunicado Extra Brut


A mis clientes, relacionados, amigos y seres queridos. Tienen de plazo hasta el jueves a las 24:00 horas para resolver conmigo los temas pendientes. A las 00:00 del viernes se lanza la versión Extra brut de Honestidad brutal, el mítico álbum de Andrés Calamaro. 
Se trata de 99 canciones (entre el disco original, versiones alternativas, covers y 17 temas totalmente inéditos). 
En diciembre de 2000, cobré mi primer salario como hombre libre. Entonces en Santo Domingo había una inmensa tienda de discos, Musicalia, en la que uno podía estar horas enteras buscando música. Entre tantos cedés que deseaba tener, acabé eligiendo Honestidad brutal.
Ese hecho convirtió a "La parte de adelante", "Clonazepán y circo", "Los aviones", "Ansia en plaza Francia" y "El tren que pasa", entre muchas otras, en parte esencial de la banda sonora de aquellos difíciles días en que vi con dos mitades: una con 33 años y otra recién nacida.
Por todo lo que significó y significa Honestidad brutal para mí, les recomiendo que no me interrumpan el viernes, estaré intratable.

16 octubre 2022

La muerte de un viajante

El mixto de Cumanayagua en San Fernado de Camarones.

“Luego, durante meses, flotó una atmósfera de tristeza en muchos trenes”
ARTHUR MILLER

Nunca había visto esa cara de Aurelio. Era aún más grave que la “cara de pocos amigos” que tanto mortificaba a Atlántida. Le hizo una seña a mi abuela para que lo siguiera hasta la estación. Cuando estaban a punto de cruzar la puerta que va de su cuarto a la oficina, hizo otra señal para que yo me detuviera.
Mia abuela volvió a la casa con las manos en la cabeza. Abrió el chiforrober y empezó a buscar entre las cosas que ya no se usan. Al final sacó una vieja sábana y volvió con ella a la estación. Antes de cerrar la puerta, me pidió que no saliera de la casa. Ni siquiera al patio, me advirtió.
No recuerdo que me dejaran solo en la casa sin poder ir a la estación o bajar al patio. Algo grave había ocurrido y, por ahora, no tenía manera de averiguar de qué se trataba. Desde la casa solo se oían los esporádicos sonidos de los timbres. Mis abuelos permanecían callados o hablaban en voz demasiado baja.
Por la carreterita vi venir a Meneses. Esta vez yo estaba solo en el panóptico de Atlántida. Venía con más prisa que de costumbre. Eso, al parecer, lo había sofocado. Porque al llegar frente a casa de Felo López se detuvo y se inclinó hacia atrás para tomar la mayor cantidad de aire posible.
El farolero salió a saludarlo. Después de oír a Meneses, Felo levantó los brazos. Parecía no creer lo que estaba oyendo. Felo le gritó algo a Carmen, su esposa, y ella le respondió con otro grito. Pero no entendí ninguna de las dos frases. Meneses continuó su marcha hacia la estación. Felo lo siguió.
Aurelio los recibió en la punta del andén. Eso es algo muy extraño. Normalmente, mi abuelo jamás iría hasta la punta del andén a recibir a Meneses. Los tres hombres estuvieron conversando un rato. Luego salieron caminando para la estación y ahí los perdí de vista. 
Para poder saber lo que ocurría tenía que salir a la puerta de la calle. Pero si me había prohibido salir al patio, al andén menos que menos. Por eso no me arriesgué. Pegué al oído a la puerta de la estación. Nada. Ni siquiera parecían estar murmurando. Entonces ocurrió algo aún más extraño.
El carro que traía el pan desde Cruces, un viejo pisicorre pintado de naranja, entró por la carreterita envuelto en una nube de polvo. No me imaginaba que ese destartalado Chevrolet era capaz de correr tanto. Al bajarse, el chofer tomó una gran bocanada de aire, como si la carrera la hubiera hecho él y no el vehículo.
Meneses se le acercó, parecía estarle dando instrucciones. Cada vez que el guardia le decía algo, el chofer asentía. Luego volvió al pisicorre, abrió las puertas traseras y las ató con alambres para que no se volvieran a cerrar. Por último, se sacudió las manos. Pero antes se había persignado. Todo estaba cada vez más extraño.
Una mujer con un coche de bebé apareció por la carreterita. Le costaba mucho trabajo lograr que las pequeñas ruedas avanzaran por el camino de piedras. El chofer del carro del pan corrió a alcanzarla. Ella tomó al niño en sus brazos y él cargó con el coche. Ella pareció darle las gracias y él dijo algo, seguro que “de nada”.
Me asomé por uno de los postigos del primer cuarto con mucho cuidado, para que mi abuela no me descubriera. Los cuatro hombres esperaron al tren de Cumanayagua en atención, con las manos hacia atrás. Detrás de ellos, muy seria y también parada en atención, Atlántida apretaba la vieja sábana contra su pecho.
Los rostros de los pasajeros del 3710 también pasaron muy serios. El tren retrocedió hasta que la casilla del expreso quedó frente a los cuatro hombres. En el piso del vagón había un cuerpo. Al verlo, Atlántida se persignó. Todos ayudaron a bajar al cadáver, por eso la mujer pasó tanto trabajo para subir al tren con el coche y el bebé. 
Tendieron al hombre en el andén. Llevaba una pequeña libreta y varios bolígrafos en el bolsillo de la camisa. Entre Meneses y Felo López lo cubrieron con la vieja sábana. Aurelio buscó la carretilla grande del expreso y en ella llevaron el cuerpo hasta el carro del pan. 
Luego el chofer desató los alambres, se persignó y se sacudió las manos. Meneses también se subió al pisicorre, que se alejó envuelto en una nube de polvo. Oí a mi abuelo decir que cuando Fito Álvarez, el conductor del mixto de Cumanayagua, pasó pidiendo los boletines el hombre no se movía. 
Se había quedado sentado, se dieron cuenta de que estaba muerto porque no pestañaba. ¿Qué sería lo último que vio por la ventanilla? ¿Las lejanas montañas del Escambray? ¿El crucero de la carretera de Cienfuegos? ¿El puente del Guajiro? ¿La estación de San Fernando? ¿el cruzamiento de Hormiguero?
Aunque todo ocurrió alrededor del mediodía, siempre que lo recordaba era de noche o por lo menos con mucho menos luz de la que realmente había. No dejamos de ir a buscar el pan a la tienda de Chena, pero tardamos más de una semana en volver a comerlo.

15 octubre 2022

Fecha de vencimiento


Diana es muy estricta con las fechas de vencimiento. Nunca le da un día de gracia a nada, ni siquiera a las cosas que más le gustan. Nos hemos visto en problemas más de una vez por su inflexibilidad en ese sentido. Sobre todo en la Loma de Thoreau, donde a veces se hace difícil salir a buscar algún reemplazo.
Yo, que me crié en Cuba socialista (como rezaba un cartel a la entrada de la bahía de Cienfuegos), le hago mucho menos caso a las fechas que ponen en el fondo de las latas. Vengo de un internado en las montañas del Escambray (la secundaria de El Nicho) donde comíamos carne rusa con dos o tres años de vencida.
En 1991 pasó un temporal por el Paradero de Camarones. La luz se fue por varios días (no tantos como ahora, en honor a la verdad). El cocinero del campamento de una brigada de pintores de puentes (un tren dormitorio que rotaba por los pueblos de la provincia) nos regaló unas latas de sardinas.
Mi madre me hizo notar que estaban vencidas desde 1989. “Si los pintores no se han muerto, no voy a ser yo el que dé el espectáculo”, le respondí. Me las sirvió con arroz blanco y cebollas. Todavía busco, en las sardinas actuales, la remota delicia de aquellas parientas lejanas de las anchoas.
Este fin de semana me he quedado solo en El Bohío. Aunque ya puedo apoyar el pie, mi movilidad sigue siendo muy reducida. Por eso me he dedicado a explorar a profundidad la nevera. Entre las cosas que hallé, estaba un paquete de pepperoni Boar’s Head que venció hace unas semanas.
Con él enriquecí pedazos de una pizza que María pidió el jueves. Quedaron deliciosos. Hoy di con un pirex de arroz blanco. Cojeando llegué al estante donde se guardan las cebollas. Lo único que me faltaba era la lata de sardinas. Me hubiera gustado que estuvieran vencidas para que el homenaje fuera perfecto.
Aunque estas eran portuguesas y estaban deliciosas, no logré que supieran tan ricas como aquellas que nos regalaron los pintores de puentes. La única explicación que se me ocurre es que mi paladar también tiene fecha de vencimiento.

14 octubre 2022

Las jirafas


Mi viejo Salvador Dalí,
quien te escribe
se fascinó con tu obra
en un país
donde era imposible
que los relojes
se derritieran
y las jirafas acabaran
envueltas en llamas.
Solo los cañaverales
ardían
en el lugar
de dónde vengo.
Aunque ya
no me asombras tanto,
debo reconocer
que mi amor
por Gala sigue intacto.
Solo que ahora
la mujer de mi vida
tiene otro nombre.
Diana,
Salvador,
es aún más posesiva.
Pero, eso tendría
que explicártelo
en Cadaqués,
cuando la marea alta
inunda su espalda
no hay
nada que hacer.
Lo demás tendrás
que tratarlo
con el adolescente
que fui.
Solo te adelanto
que nunca
en un país
tan aburrido
las jirafas ardieron
por una mejor causa.

El vaso lleno de agua


Con esa muchacha tan pixelada que ustedes ven ahí, tuve una terrible discusión la semana pasada. Fue por una bobería, pero llegó un momento en que nos dijimos cosas que somos incapaces de decir. Los que se aman de verdad discuten por lo más inverosímil y, lo peor, se lo toman muy en serio.
Cuando se fue a New York sentí un inexplicable alivio. Creía que tantas millas de por medio nos haría un bien que por ningún mal podría venir. Pero la misma noche de su viaje empecé a tener serios problemas. No tuve que llenar el vaso de agua que va en su mesa de noche, nadie me destapó cuando empecé a sentir frío.
Traté de resistir, como si estuviera al frente de un batallón de invencibles ucranianos, pero la valentía nunca ha sido una de mis virtudes. Apenas me llamó y encendió la cámara, dije las cosas que siempre digo al verla lejos de mí. Ella, en honor a la verdad, correspondió cada una de mis debilidades.
Regresa el domingo. La esperaré con el vaso lleno de agua en su mesa de noche. Mi felicidad será indescriptible cuando sienta mucho frío y me destape.

02 octubre 2022

Carta de Mayitín a sus amigos y a los amigos de Mario García Joya y María Eugenia Haya

De izquierda a derecha: Mario García Joya (Mayito), 

María Eugenia Haya (Marucha), Iván Cañas, Cristina y Pirol.


A los amigos de mis padres, Mario García Joya y María Eugenia Haya.

A mis amigos:

En días pasados, a través de GoFundMe, se hizo una petición para recaudar fondos a nombre de Mario García Joya. Agradezco a cada una de las personas que, movidas por la solidaridad, el cariño y la admiración colaboraron con esta iniciativa. 
Por ellas, por mi familia y por el legado de mis padres me veo en la necesidad de hacer una importante aclaración: Mario García Joya cuenta con todos los recursos económicos y con toda la asistencia que necesita actualmente. 
También ha contado siempre con el apoyo y la atención de sus hijos. Yo mismo, en todo momento me he asegurado de que nunca le falte nada. Incluso cuando él estaba en plenas facultades, siempre estuve atento a cada una sus necesidades.
También es importante aclarar que su seguro médico le garantiza toda la asistencia que necesita, desde los equipos, los medicamentos y la enfermera, hasta las raciones de la dieta diaria que él, por su estado actual, debe seguir. 
Sumado a eso, recibe mensualmente la cobertura de su retiro. Es muy lamentable que se utilice el estado actual de salud de Mario García Joya como pretexto para recaudar fondos en su nombre. Estoy convencido de que él jamás habría permitido algo así. 
Quiénes de verdad conocieron a Mayito y Marucha, saben de sobra cómo pensaban, qué principios los movían y cómo hicieron su obra. Por ese legado, que vi hacerse delante de mí mientras crecía, me siento en la obligación de hacer esta aclaración.
Me apena que usaran el nombre de mi padre, aprovechándose de su estado de salud, y que no tuvieran en cuenta las consecuencias que algo así podía tener para el legado de un artista como Mario García Joya.
En nombre de mi familia, de la memoria de María Eugenia Haya y de mi padre, les pido las más sinceras excusas.

Con cariño y agradecimiento

Mario García Haya (Mayitín)

01 octubre 2022

El regreso a la barbarie


Hay un texto de Memorias del subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea, 1968) que predice con exactitud la Cuba actual. Lo dice Pablo, mientras transita junto a Sergio por La Habana: “Esta gente dice están haciendo la primera revolución socialista de América. ¿Y qué? Van a regresar a la barbarie, van a pasar un hambre… como los haitianos”.
Luego, en otra escena de la película, Sergio afirma que “todo el talento del cubano se gasta en adaptarse al momento”. Eso es lo único que ha hecho en los últimos 63 años. Ninguna iniciativa de la dictadura de Cuba fue sostenible en el tiempo. Por eso tuvo que exigir a la gente una exagerada capacidad de readaptación.
Ningún plan del mesiánico dictador sobrevive hoy. Sus quimeras solo fueron posibles mientras pudo canjear soberanía nacional por subsidios soviéticos. Luego, intercambió con Venezuela medios represivos por petróleo. Porque en lo único que sí fue eficaz el régimen desde su instauración fue en su capacidad represiva. 
Nunca sabremos los cubanos que murieron por falta de una ambulancia durante la pandemia del Covid-19. Después, empezaron a caer como moscas por la incapacidad del país de producir oxígeno. Sin embargo, jamás faltó un carro patrullero en ese asfixiante territorio para amedrentar, hostigar y perseguir. 
Es indignante ver las largas filas de vehículos destinados a reprimir en un país paralizado y frente a un pueblo hambriento. La historia de Cuba, sobre todo desde 1959 hasta hoy, habrá que rescribirla por completo. Pero toda narrativa debe de empezar por el día de ayer. 
Por esa isla que ya no se distingue de noche. Por ese país totalmente apagado y por esos cubanos que ya solo les queda su propio cuerpo para defenderse de la aplastante obstinación de la dictadura. Anoten la fecha. De aquí en adelante y hasta el desplome total del sistema, solo resta la barbarie. 
Porque por perder, los cubanos han perdido ya hasta la capacidad de adaptarse al momento. Es importante subrayar que, poco a poco, también se les está agotando el miedo.

La mariposa nocturna


Al parecer a esta mariposa nocturna le gusta mucho “Nosotros”, porque cuando empezó a sonar la canción de Pedrito Junco vino y se posó entre Diana y yo. Le expliqué que su autor era de Pinar del Río, un lugar donde justo ahora lo estaban pasando muy mal. 
Se mantuvo inamovible, supongo que por el impacto que le produjo oír que Cuba hace más de 72 horas está totalmente oscuras y que ahora mismo es un país donde no hay cabida para su especie. 
Cuando empezó “Voy a apagar la luz” levantó el vuelo. Se fue para la terraza que aún estaba encendida.