24 diciembre 2019

CARLOS ALBERTO MONTANER: “Me gustaría morirme en La Habana”

No me creo un gran cubano, sobre todo porque he conocido a grandes cubanos. Entre ellos, cada día valoro más a los estigmatizados, a esos que la historia oficial de la dictadura ha intentado minimizar, ridiculizar y hasta borrar. El día que caminé por Madrid con Gastón Baquero, cambió mi vida para siempre.
Ver a Paquito D’Rivera en la sala de mi casa, meciéndose en el mismo sillón que lo hacía mi madre, me provocó algo extraño en el medio del pecho. Ni siquiera me atreví a decirle todo lo que su música había reafirmado dentro de mí. Pedirle perdón a Hubert Matos, me hizo mejor hombre.
Presenciar un acto de repudio en Santo Domingo, a 1.390 kilómetros de La Habana, acabó por definirme. Estábamos allí por Martí, gracias a una exposición de Pedro Ramón López. Sacaron carteles, pintaron muros, nos insultaron. Solo faltó que nos lanzaran huevos.
Sí, el día que una horda organizada por Omar Córdoba, entonces embajador de Cuba en República Dominicana, trató de impedir que Carlos Alberto Montaner hablara, me quedó claro de qué lado estaba la vergüenza y de qué lado quedaba esa impotente falta de argumentos.
Los dictadores de mi país y sus testaferros, durante seis larguísimas décadas, han tratado de difamarlo, vilipendiarlo y silenciarlo. Siempre que lo han intentando, se han encontrado con un enorme obstáculo: pocos cubanos defienden a Cuba de una manera más cubana que Carlos Alberto Montaner. 

Enrique del Risco me dijo una vez que lo que más le interesaba era escribir la Cuba que perdió, lo que ya para él era irrecuperable. ¿Escribiste tus memorias con esa misma intención?
No fue esa mi intención. Enrique del Risco me parece un excelente escritor, al extremo que utilizo una frase suya como exergo de mis memorias junto a otra del chileno Roberto Ampuero, pero mi propósito era diferente: contar lo que recuerdo, pasar revista a la historia que me tocó vivir y describir la Cuba de mi adolescencia, con sus luces y sombras. 
Durante muchos años les insistí a mis amigos que escribiesen sus memorias. A mis 76 años decidí que ya era hora de hacerlo. Hasta ahora ningún Montaner ha vivido hasta los 80. 

 Muchos creen que, si le hubieras dedicado más tiempo a la escritura y menos a la política, tu obra literaria hoy fuera mucho más reconocida. ¿Te has cuestionado eso tú, te has arrepentido de tu constante activismo durante seis décadas?
Es posible. El régimen cubano ha tratado de desacreditarme de mil maneras. Sé que algunos editores preferían no publicar mis obras por miedo a La Habana. Otros lo hacían por simpatías estalinistas. Durante muchos años sufrí los “escraches” del régimen cubano. 
Aquí mismo, en República Dominicana, un energúmeno intolerante, alentado por la embajada cubana, dio algunos gritos en mi contra durante una conferencia en la que presentaba una colección de retratos de Martí que expuso Pedro Ramón López. 
Luego vinieron los esfuerzos infructuosos por sacarme de la radio y de los diarios. Pero esas canalladas, lejos de amilanarme, me han servido como acicate. Si volviera a vivir haría lo mismo. La dictadura cubana me parece repugnante.

Has sido una de las víctimas “preferidas” de la dictadura de Cuba y has tenido que dedicar gran parte de tu tiempo a desmentir falsedades y calumnias, ¿por qué crees que ese infame proceder les sigue funcionando 60 años después?
Porque mucha gente se acobarda ante ese aparato. No todos, como el matrimonio Espaillat, se sienten comprometidos con la libertad de prensa, abren sus micrófonos a todas las tendencias y no se dejan aterrorizar por los radicales de izquierda o derecha. 

Cuba es un enorme reloj roto. Si alguna vez se repara su maquinaria, ¿qué crees que tomará más tiempo: echar a andar su economía o reconstruir su sociedad civil?
Sin duda, reconstruir la sociedad civil. Dinero para la reconstrucción habría de inmediato. Restaurar los valores de la decencia, la honradez y la ética de trabajo, en cambio, tomará un par de generaciones.  

Hace 58 años que La Habana y tú no se encuentran. ¿Cómo fueron sus últimas horas juntos, la despedida? ¿Sueñas con ella? ¿Si tuvieras la oportunidad de regresar, a qué lugares irías?
Lo cuento en mis memorias. Cuando el avión despegaba me juré que volvería a Cuba. Suponía que en un par de años estaría de regreso. Creía que el día más feliz de mi vida sería, como dice el poeta venezolano Andrés Eloy Blanco, ‘el día de soltar los prisioneros’. 
Nada de eso sucedió. Han pasado 61 años de la instauración de la tiranía. Tantos que, como cuento en Sin ir más lejos, ‘se me ha olvidado hasta la nostalgia’. Ya no tengo familiares íntimos en Cuba. Curiosamente, me recuerdo de la parte más vieja de la ciudad, donde pasé los primeros 10 años de mi vida. 
Me gustaría morirme en La Habana.

3 comentarios:

Santiago25 dijo...

Una de las armas favorita de la dictadura castrista ha sido el asesinato de la reputación. Todos sus intentos de desmoralizar a Carlo Alberto Montaner han chocado con un muro de piedra llamado LA RAZÓN.No importa cuanto o como lo intenten, la verdad siempre triunfará. Gracias a los dos por ser quienes son.
Angel Nicasio Bueno

Unknown dijo...

Hay pocos hombres que han tenido el impacto en la lucha contra el Castro Comunismo, que en realidad le quitaria el calificativo de Comunista, porque en realidad son unos dicatdores corruptos que han empbrecido al pueblo Cubano y en la actualidad siguen tratando de exportar su sistema.

Felipe Saul Rodiles dijo...

Como siempre SEÑOR MONTANER en mayusculas. Usted es un ejemplo de patriotismo, es sin duda uno de esos grandes cubanos de los que tu habla y se cuenta por modestia. Que dios le de larga vida.