30 diciembre 2019

Iván Cañas se ofrece

Bladimir Zamora me regaló muchos libros, sobre todo de historia de Cuba. A él le debo, por ejemplo, el descubrimiento de Álvaro Reinoso, el más fascinante agricultor cubano. Rara vez me iba de La Gaveta con las manos vacías. Un día, sin embargo, bajó de la barbacoa con un deshecho libro entre las manos.
Con el ceño fruncido y la voz aún más grave de lo normal, me advirtió que esa vez no era un regalo sino un préstamo. “Este libro te va a fascinar —me dijo—. Su título es tan bueno como su contenido”. Era El cubano se ofrece, de Iván Cañas. Nunca se lo devolví.
Primero a través de las redes sociales y después en el muelle de su casa, junto a Alba y Diana, tuve el privilegio de conocer a Iván Cañas. Con una humildad desconcertante, compartió conmigo muchísimas fotos inéditas para que las publicara en El Fogonero.
Nada eso me alivia ahora. La noticia de su muerte me ha estremecido. Además del ser humano excepcional que era, deja una obra insustituible. Nadie como él documentó la Cuba que quedó fuera de la épica, la que nadie veía en los años en que la revolución exigía para ella cada relato y todo testimonio.
Siempre que hablábamos, me recordaba que las puertas de su casa estaban abiertas y que me esperaba en el muelle. Iván siempre se ofrecía, como los cubanos que retrató, para que el olvido no nos diera alcance. Donde quiera que esté en este momento, le hago llegar toda mi gratitud y un abrazo enorme y lleno de cariño, como los que él daba. 
Cuba, esa Cuba libre que siempre imaginaste y tanto quisiste, ya es tuya, Iván. De ese territorio intangible e indestructible, ya no hay quien te saque.

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