Mi infancia y la de mi hija tuvieron muy pocas cosas en común. Yo pasé los primeros años de mi vida en el campo y ella en la ciudad. A mí solo me rodeaban trenes y cañaverales. A ella todo lo que tenía adentro la última Habana del siglo XX. Yo aprendí a dibujar en el reverso de los papeles de la estación, ella en el Paint de Windows 93.
Solo una cosa nos sucedió de idéntica manera. A mí como a ella el Reino del Revés y el brujito de Gulubú nos hicieron seres distintos. La mayoría de las canciones infantiles comienzan a volverse tontas con los años. La magia que antes veíamos en ellas, se va disolviendo en una especie de bobería que, llegados a cierta edad, nos resulta intragable.
Las canciones de María Elena Walsh, en cambio, van cobrando significados en la medida en que vamos envejeciendo. Lo que a los diez años nos parecía una límpida moraleja, a los veinte se nos troca en una oscura canción de amor. La primera plana de Página 12 de hoy está dedicada a la autora de “La cigarra”. Como ya los periódicos no dan noticias, el diario evitó hablar de su muerte y prefirió contar todas sus vidas.
Nunca he creído en ninguna forma de vida después de la muerte. Pero sería bueno que existiera otra dimensión donde María Elena Walsh pueda seguir creando. Me gustaría pensar que ella nos espera en el Reino del Revés, que nada puede detener la imaginación de la única criatura que logró que mi infancia y la de mi hija coincidieran en algún punto.
Ojalá que llegue hasta allá manejando un cuatrimotor y que, el día menos pensado, se asome para preguntarnos si sabemos lo que pasó.
2 comentarios:
Un ser extraordinario que marcó nuestra niñez e iluminó nuestra vidas con sus pensamientos. Una pérdida invalorable. Todos los argentinos la recordaremos siempre con respeto y amor.
María Elena Walsh nos acompañó también en la isla de la que vengo. Ayer fue un día especialmente triste en Buenos Aires porque empezó una ausencia más. Que sólo se reemplazará con esas entrañables canciones.
Saludos y gracias.
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