Mi mujer, Diana Sarlabous, que suele quejarse de mi incontenible necesidad de comunicar, hoy no pudo evitar manifestarse. Vivimos en un mundo donde eso es inexorable. Suscribo cada una de sus palabras, como apoyo y amo cada uno de sus actos:
No suelo hacer declaraciones políticas. Ni siquiera las hago sobre República Dominicana, el país que me acogió cuando apenas tenía cinco años y donde he permanecido la mayor parte de mi vida.
Nunca podré agradecerle a esta bella isla y a su gente todas las oportunidades que me han brindado. Aquí soy libre desde que llegué, algo que Cuba me hubiera negado hasta el día de hoy.
Como no voto en Estados Unidos, evito cualquier referencia a la política interna de ese país. Pero en estos días me han etiquetado tantas veces en discusiones que no deseo participar y me han enviado tantos mensajes que no hubiera querido recibir, que siento la necesidad de hacer público algo que solo expreso en privado.
Tengo dos nacionalidades: dominicana y española (Cuba solo aparece junto a mi fecha de nacimiento. Ningún documento me ata a ella). Pero si fuera norteamericana, mi voto sería siempre para el partido Republicano, sea cual sea su candidato.
A mis 55 años, creo tener la madurez suficiente para saber elegir por mí misma. No trato de influir en las decisiones de nadie y solo pido lo mismo de los demás hacia mí. Dicho esto, agradecería que no me etiqueten en nada. Ni en público ni en privado.
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