Tennessee Williams no pudo decirlo de una manera más clara: “El tiempo es la distancia más larga entre dos lugares”. Anoche me desvelé y, para no molestar a Diana con la luz de la pantalla, subí a la terraza. Hacía frío, la neblina había empapado la mesa. Tuve que secarlo todo para poder sentarme a navegar.
Antes, mis primeras lecturas siempre eran sobre Cuba. Entraba hasta en el periódico de mi provincia. Aunque era una publicación terrible, me gustaba leer “noticias” sobre Cruces, Abreus, Santa Isabel de las Lajas o Aguada de Pasajeros. Esa rutina se fue reduciendo hasta quedarse en lo esencial.
Hoy, a través de Diario de Cuba, fui a dar al muro de Facebook de un escritor y cineasta cubano. Aunque, relativamente, somos contemporáneos, habla como si perteneciera a otra época, usa una lógica que para mí es totalmente irracional y (lo peor) nada de lo que dice me concierne.
Por enésima vez compruebo que la Cuba a la que pertenezco quedó atrás. Esa debe ser la razón por la que, tratándose de mi país, prefiero buscar en un Atlas de 1979 y no en Google Map, como hago con el resto del mundo. Me deprimen tantas ruinas, prefiero las cartografías donde todo a lo que pertenezco aún existe.
Cuando hablo de República Dominicana, lo hago en presente o en futuro (por eso me acabo de involucrar en un proyecto para sembrar 10 mil pinos en la montaña de Quintas del Bosque, donde está la Loma de Thoreau), cuando hablo de Cuba siempre me refiero a su pasado (porque me es imposible sembrar nada ahí).
Eso es doloroso, pero inevitable. Fue, como dice Tennessee, obra del tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario