27 agosto 2020

Tus manos heladas

Llegamos a Londres
mientras llovía.
El frío
y la madrugada
iban con nosotros
en el taxi.
Con los ojos clavados
en un punto que yo
no lograba descifrar,
el chofer se abría camino
en la espesa niebla.
Tenías las manos heladas
y las tomé entre las mías.
Más de una vez
me llevé un susto.
Sobre todo
cuando girábamos
contra toda lógica.
No lograba adaptarme
a la circulación
por la izquierda.
Un violín en la radio,
fábricas de cerveza,
muros de ladrillos,
trenes
abandonados
y largas barcazas
que parecían
navegar
sobre la hierba,
mientras
hendían su proa
en la tierra 
y la escarcha.

Pero mi mayor
preocupación
eran tus manos
heladas.
Con ellas
entre las mías
llegamos al hotel.
El frío
y la madrugada
se bajaron
con nosotros de aquel taxi.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La sencillez de tu poesía es conmovedora, poeta.