Hoy mi padre, Serafín Venegas Nodal, cumple 94 años. Aunque murió en 1993, pocos días después de conocer a su nieta, nunca ha dejado de acompañarme. Por eso celebro su avanzada edad y me sirvo un ron que de seguro vamos a compartir. La orquesta Aragón, su preferida, suena alrededor de nosotros.
Papi siempre creyó que su mundo no me interesaba, que yo prefería la llanura y los trenes de mi abuelo materno a sus montañas y sus trayectos en Jeep. Una vez me llevó a Can Can, el punto más inaccesible de la geografía manicaragüense, y no paró hasta que sembró el vehículo en el lodo.
—Creo que vamos a tener que dormir aquí —me dijo.
La neblina se cerraba alrededor de nosotros y un aguacero enorme estaba a punto de caer. Yo debía tener nueve o diez años y me asusté muchísimo. Aquella selva parecía sacada de un libro de Salgari y con nosotros no andaban ni Sandokán ni el Corsario Negro.
Haciéndome creer que buscaba madera para hacer una hoguera, reunió troncos y, pulgada a pulgada, logró que el Jeep avanzara sobre ellos. Al Camilo Venegas de hoy, le hubiera encantado la idea de dormir con su padre en aquel lugar. Incluso sería capaz de mentir y decir que eso fue lo que ocurrió realmente.
Por eso muchas veces me imagino que él me ve, mientras voy Cibao arriba, camino a la Loma de Thoreau. Allí, siempre que abro una botella de ron, se la dedico. A él y a los míos. “Aurelio, Serafín y Aldo, cuiden a Lérida y Atlántida”, les digo en voz muy baja.
Acabo de repetir eso, mientras me sirvo un Brugal Extra Viejo. Mañana, camino de la Loma, como de costumbre, pensaré muchas veces en él. Siempre creyó que su mundo no me interesaba y acabé replicándolo en una isla de la que me habló muchísimo.
Porque, en uno de sus tantos arrebatos, estuvo a punto de enrolarse en la expedición de Cayo Confites.
2 comentarios:
Tu palabra escrita es como Brugal Extra Viejo, sabor de añejo en roble, color que refleja luz a la mirada, sus rocas heladas pueden traerte la melancolía en pequeños sorbos, su fuego interno fluye fácil, hasta calentar el alma. Un abrazo, agradecido de leerte.
Siempre dicen: Padre es cualquiera. Pero tu, por lo que veo, y yo por lo que siento, podemos hacer otra historia. Felicidades a ese viejo!
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