El amanecer les pertenece.
Por eso quito las cortinas
si hacer ruidos
y salgo sigiloso.
No me atrevo
a interrumpir
su silencio
ni a espantar
esa luz
que dura tan poco.
Siempre las encuentro
a primera hora
del verano.
No puedo decir
cuando ni cómo
se marchan.
Seguro
que desaparecen
en cuanto comienzan
los estruendos
de la mañana.
Hechas del mismo albor
que nos despierta,
las palomas de la terraza
solo suben hasta aquí
para tratar
de demostrarnos
cuán efímera es la belleza.
1 comentario:
de todos los fogoneros el poeta siempre ha sido mi preferido desde que lo conocí con el pelo largo en las aulas de la escuela de arte
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