Pero nunca, que yo sepa, había llegado al extremo de leer los dos libros a la vez, el físico y el digital. Esta mañana me descubrí con los dos ejemplares de Las montañas de la mente (2003), de Robert Macfarlane, abiertos delante de mí y leyéndolos al unísono.
Cuando pasaba un subrayado al de papel, seguía avanzando en él hasta la próxima marca. Al ir a la pantalla para hacer un nuevo trazo amarillo, me quedaba ahí. Gerard Manley Hopkins dijo que “la mente tiene montañas”. Con esa cita, Macfarlane empieza su fascinante libro.
En la búsqueda de esas cimas, que nos atraen tanto como los abismos (según Théophile Gautier), me quedé atrapado entre los dos formatos, como esos alpinistas que ya no pueden regresar sobre sus pasos y solo les queda la opción de seguir adelante.
Cuando acabe con Las montañas…, me espera El banquete celestial (2016), de Donald Ray Pollock, un escritor de Ohio que me recuerda mucho a Sherwood Anderson y a George Willard. También los tengo repetidos. En ellos seguiré trazando líneas con amarillas, entre el papel y la pantalla, el camino de la relectura.
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