16 mayo 2020

SUSANA PÉREZ: "Como Nora en 'Casa de muñecas', di el portazo final sin siquiera mirar para atrás"

Susana Pérez retratada por Korda.
En muchos momentos imborrables de mi vida aparece el rostro de Susana Pérez. A veces se ve en blanco y negro, borroso. Otras, con esa nitidez que la felicidad le da a cada hecho que marca. Todas las noches de mi infancia me senté junto a mis abuelos frente a un televisor. 
Como la inmensa mayoría de los niños cubanos de mi generación, estuve perdidamente enamorado de la Gitana Cruz, el personaje que ella interpretó en las aventuras de Enrique de Lagardere. Luego, me enamoré de Martin, la muchacha irrefrenable de Rosas a crédito.
Cuando una figura pública es querida por los cubanos y toma la decisión de marcharse al exilio, la dictadura de inmediato intenta asesinar su reputación. Es admirable la valentía (¡y la elegancia!) con la que Susana Pérez ha enfrentado los cobardes ataques de las ciberclarias (es decir, los troles del régimen).
Esta entrevista es un homenaje a Susana, por todo el arte que compartió con nosotros, y un regalo para el niño que fui, aquel que no dormía los viernes, cuando la Gitana Cruz se quedaba en peligro. Sobre todo porque no volvería a saber nada más de ella hasta el lunes a las 7:30 de la tarde.

La televisión cubana de los años 70 y 80, a pesar del control de los comisarios políticos y de que era producida de manera totalmente artesanal, logró puestas en escena con una factura impensable hoy. ¿Cómo conseguían hacer tanto con tan poco, por qué se perdió todo ese legado?
Si algo tengo que agradecer, Camilo, es haber comenzado mi carrera cuando todavía estaba viva la cultura de la televisión en Cuba y quedaba toda aquella disciplina, que venía de la formación de los directores, los actores, los técnicos y todo el personal que intervenía en el proceso de creación. 
Era la época en que la televisión y la radio tenían un objetivo muy claro: producir programas, ¡y se hacían!, tanto sobre temas cubanos como universales. Hubo años en que hice varios espacios El cuento y Teatro ICR, una infinidad de programas y hasta dos novelas. Trabajábamos sin parar.
El tiempo fue pasando y todo se fue destruyendo. Todo. Se agotaron los recursos, se perdió la disciplina y desapareció aquel maravilloso sentido de pertenencia. Los cambios en la dirección de la televisión cada vez eran peores, venían “cuadros” que sabían de los medios lo mismo que yo sé de física cuántica. Y lo más triste, sin ningún deseo de aprender ni de entender.
Si me permites, te hago una anécdota: en la radio conocí a un musicalizador que trabajaba allí desde los tiempos de la CMQ y contaba cómo Goar Mestre pasaba todos los días por todo el edificio, chequeando cada detalle, desde la producción de los programas hasta el polvo que podría haber en los resquicios de los estudios y los pasillos. 
Yo estuve en la televisión desde 1972 hasta 2007. Así que pasé por todo, desde el esplendor hasta la decadencia.

Fuiste, durante tres décadas, una de las actrices que más protagónicos hizo en la televisión cubana. ¿Cuáles fueron tus momentos más felices y los más tristes detrás de las cámaras?
Fueron tres décadas y media. 35 años, para ser más exactos, dedicados a la televisión, la radio, el cine y el teatro. Es curioso, pero mi carrera ocurrió al revés, primero fue la radio, después la televisión, luego el cine y finalmente el teatro.
Reconozco que fui muy egoísta en todos esos años. Estaba tan conectada y ensimismada con mi trabajo, estaba tan obsesionada con lo que hacía, que nada me hacía más feliz que trabajar. El mundo, tanto el de todos en general como el mío en particular, podían estarse cayendo a pedazos que no me importaba.
Podía llegar a el set o al escenario arrastrándome de la depresión o del malestar, pero cuando me ponían el vestuario, me maquillaban y oía la voz de “¡acción!”, todos mis problemas desaparecían y era total y absolutamente feliz.
Admito que eso tiene un lado malo. Porque uno es parte de una sociedad y todo lo que ocurre en ella te afecta. Por eso debería interesarle y tratar de hacer algo para cambiarlo. Pero nunca nada me desvió de mi súperobjetivo que era ser la mejor. Mi verdadera vida eran los personajes que interpretaba.

En aquella Cuba que ahora recordamos en colores, a pesar de haber sido en blanco y negro, ¿cómo era la vida cotidiana de una estrella de televisión?
Mi vida de “estrella” de la televisión era de lo más común y aburrida que puedas imaginar. Nunca fui farandulera. Tenía y tengo pocos amigos. Aunque los amigos, también debo reconocerlo, siempre me han sorprendido y me han salvado de muchos momentos difíciles. 
Hacía lo mismo que el resto de las mujeres cubanas. Atendía mi casa, llevaba a mis hijos a la escuela, hacia mandados, cocinaba, lavaba, planchaba, estudiaba, trabajaba… Ahora pienso en todas las cosas que hacía y no se cómo podía la verdad, caminaba muuuuuuucho. 
La única cosa que me diferenciaba del resto de los mortales era que en todas partes me conocían y, tengo que admitirlo, me recibían siempre con una sonrisa.

¿Por qué tomaste de decisión de marcharte al exilio? ¿Cómo fue tu despedida de la televisión y de tus colegas?
Camilo, va a parecerte una contradicción, pero no lo es. Aunque siempre estaba muy metida en el trabajo, no podía evitar que lo que ocurría a mi alrededor me afectara y me influyera. Crecí en un ambiente muy revolucionario. Sobre todo por parte de mi padre, que es de las personas que más he amado en mi vida. Pero poco a poco me fui decepcionando en un proceso muy lento y doloroso. 
¿Qué me ataba a Cuba? Muchas cosas, mis hijos, mis padres, mi carrera. Mis hijos porque estamos hablando de una época en que tú te ibas y además de ser un apestado (como ahora, eso no ha cambiado), no sabías cuándo volvería a ver a tu familia.
Mi carrera, porque tenía la estúpida idea de que el mundo se terminaba en el muro del Malecón y de que no podría hacer nada fuera del país. Y mis padres, porque no quería darle el disgusto a mi padre de que supiera que ya no pensaba como él.
En cuanto mis hijos tuvieron edad y eligieron irse, los apoyé para que lo hicieran. Cuando decidí irme, ya estaba harta de todo. Estaba harta de fingir, de engañar y, sobre todo, de engañarme. Lo he dicho muchas veces, pero no encuentro una mejor manera de describirlo: hice como Nora en Casa de muñecas, di el portazo final sin siquiera mirar para atrás.

¿Qué extraña Susana Pérez de Cuba? ¿Te arrepientes de haber renunciado a todo lo que renunciaste? ¿Volverías?
Cuando llegué a Estados Unidos, comprendí muy pronto que cuando uno decide exiliarse tiene que tener el cuerpo y la cabeza en el mismo sitio. Si te la pasas añorando, extrañando y dando vueltas en círculos alrededor de la nostalgia, no puedes avanzar, no te puedes reinventar. 
Yo extraño a los amigos que dejé, extraño a la parte de ese público que está allá (aunque, también debo decirlo, Miami está lleno de cubanos que me reconocen. Es decir, que aquí sigo sin conocer el anonimato). No me arrepiento para nada de la decisión que tomé. Tengo a mi familia, soy feliz y soy libre.
Lo único que desearía es que los cubanos que están en la isla comprendan que no somos enemigos y que el cambio solo puede llegar propiciado por ellos mismos. En cuanto a si volvería, creo que no. Ya no me veo allí. Todo tendría que cambiar demasiado… No me quedan 61 años más para esperar por la Cuba que quiero, que nos merecemos.

2 comentarios:

PEPECUBA dijo...

Gracias Camilo, y gracias! Susana

salva33125 dijo...

Un trabajo increíble Camilo, siempre sorprendes, gracias a los dos.