Guerrilleros del ELN, de Colombia, posan en La Habana. |
El día que se restablecieron las relaciones diplomáticas, puse por escrito lo que pensaba al respecto. Lejos de tener la más mínima esperanza en aquel hecho, estaba convencido de que cada gesto de buena voluntad (o de ingenuidad, para ser más preciso) sería aprovechado por la dictadura para apretar aún más las tuercas de la represión y el control sobre 11 millones de rehenes.
Así ocurrió. Por eso he estado de acuerdo con todas y cada una de las medidas tomadas por Donald Trump (dicho esto, pueden empezar a eliminarme de amigo en Facebook todo el que se sienta ofendido o lastimado. Ya estoy muy viejo para ser correcto y tratar de acomodar las verdades incómodas).
Cuba está en manos de una corrupta e insaciable junta militar que ha arruinado al país y ha privado al cubano de toda iniciativa individual para salir adelante y procurarse, por sí mismo, un futuro mejor que esa inmundicia donde se ve obligado a sobrevivir.
Desde el 1 de enero de 1959, Cuba ha apoyado el terrorismo en Asia, África y América Latina. Los discursos de Fidel Castro son suficientes para probar lo que digo. Fue una hipocresía de Obama (¡una más!) sacarla de la lista de los países que no combaten el terrorismo. Como fue una irresponsabilidad liberar a los cuatro espías que habían contribuido a que la isla cometiera crímenes de estado.
Regresar a Cuba a esa lista, no es más que un acto de sinceridad. Cualquier gesto de buena voluntad con la dictadura solo contribuirá a alargar aún más el oprobio, la miseria.
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