En 1983, yo cursaba el último año del bachillerato en los confines de mi provincia. En un lugar llamado El Guanal, al borde de la ciénaga de Zapata. Nuestra escuela había ganado la emulación y hasta allá llegó el jeep del periódico local para hacer un reportaje. Así conocí a Claribel Terré Morel.
El azar, las afinidades y los amigos nos han seguido conectado a través del tiempo, incluso desde las más distantes geografías. Desde hace años ella reside en Argentina, por eso acabamos chateando sobre Andrés Calamaro, a cuyas canciones acudo constantemente.
Claribel es amiga de Andrés y por ella recibí un email que incluía a otro calamariano de mi estrecho círculo:
Iré, y sin falta, a Dominicana, donde tengo amigos muy queridos. Cantantes de inmensa categoría. Decir Julio, decir Diego, qué República la isla.
No es de mi gobierno disponer de fechas próximas. Mía, la excelente soledad de Schopenhauer.
Mis hermanos, Camilo y Renay, saben que somos hermanos. Y cubanos a la vez… Como el equilátero triángulo que divide al mundo en tres, Cádiz, Sevilla y Jerez.
Fraternales Camilo y Renay, dispongan de la vida entera para nosotros, que vidas quedan.
Andrés Calamaro.
En el más reciente número de la revista BeCult, Claribel entrevista a Calamaro y menciona a cubanos que siempre han andado con la música del Salmón a cuestas. Uno de ellos, cargó con Honestidad brutal por el estrecho de la Florida. En la balsa solo llevaba música, una grabadora, una linterna y un cuchillo.
Eso me hizo recordar al Camilo Venegas del año 2000, aquel que no sabía qué hacer con tanta libertad. Todos los cambios que se produjeron en mi cabeza tuvieron la música de Calamaro de fondo. De la misma manera que las canciones de algunos dejaron de servirme, las suyas me eran imprescindibles.
Veinte años después, los versos y las convicciones de Andrés me siguen inspirando. Fue uno de los primeros que se atrevió a revelarse contra la tiranía del buenismo y la cacería de brujas del Me Too. Sus muros en las redes sociales son el caótico ideario de alguien que no está dispuesto a claudicar.
"Abramos nuestros ojos libertarios. A los bohemios, como a los escribientes y a los rebeldes, nos dejaron sin sustento, trabajo y herencia, hace ya veinte años en la batalla digital... Ahora se van a quedar con el mundo, les gusta esta crisis total", escribió recientemente.
Claribel trajo un salmón entre las manos, incluso fuera del agua insiste en ir contra la corriente.
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