En enero de 2020, hace apenas cuatro meses, Renay, Elina, Diana, Pipo, Lucas y yo compartimos una semana en la Loma de Thoreau. Hacía mucho tiempo que estábamos planificando el viaje de los Chinea Cercós a República Dominicana y, sobre todo, al Cibao, esa Cuba que conseguí fuera de Cuba.
Nos bañamos en el Yaque del Norte, ese río que corre por una de las páginas más espléndidas del Diario de Martí. También bajamos hasta la cascada del arroyo Cercado y nos hicimos un asado, siguiendo el estricto canon rosarino. Con un machete a la cintura, Renay podó frutales, pinos y árboles de sombra.
Hicimos muchísimos planes para el resto del año. Diana y yo iríamos dos veces a Palafrugell, en verano y en otoño. Ellos harían todo lo posible, a pesar de las obras que harían en su casa, para volver en diciembre. Ni nos imaginábamos que una bestia microscópica, nacida y criada en China, acabaría confinándonos.
Como buen hombre de monte, Renay acabó teniendo una relación sentimental con el bosque de la Loma. Todavía me llama para pedirme fotos de un árbol en específico o de una zona del jardín. Un limonero, que pare unos preciosos limones criollos, es su preferido.
Lo encontró enfermo y con las ramas llenas de nudos. Le dedicó toda una mañana, hasta que por fin lo dejó con lo indispensable para comenzar una nueva vida. Ahora es una planta saludable, irreconocible. Se emocionó tanto cuando le llegó una foto suya, que le escribió un poema.
Siempre que leo a Whitman, me pongo en el lugar de sus amigos. ¿Cómo sería la convivencia con aquel hombre que solo habría la boca para decir versos, quizás los más grandes que se han dicho hasta hoy? Me perdí a Walt, pero encontré a Renay. Amigos como él te ayudan a vivir la vida que has imaginado.
UN LIMONERO EN LA MONTAÑA
Yo vi en Thoreau un limonero al viento,
su piel ennegrecida,
sus ramas oxidadas.
Era de arbusto bien servido
e irrigado
por los canales ocultos de la antigua savia.
Un sol,
entretejido por las gimnospermas circundantes,
escamotea sus alimentaciones
y lo mantienen.
El aire fugitivo que escapa a ras de la llanura,
la recia resistencia,
unas manos callosas
a la sombra de todas las batallas,
fundida al acero de la constante pérdida
y las lamentaciones
por la adorada Libertad.
Y los fantasmas
de una ocasión transfigurada
en mil estirpes,
en mil genealogías libertarias,
¡Le acompañan!
Yo vi en Thoreau un Limonero al viento.
Y el índice apuntar,
un centro diminuto entre la grama,
entre la cueva de un grillo
y otra frágil criatura:
—¡Aquí es la Patria!
Decir con exigencia,
Dictaminar rotundamente
donde ahora crece feliz,
camisa abierta,
un limonero en la montaña.
RENAY CHINEA (Mal Tiempo, 1967)
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