Esta foto fue publicada por Mario A. Monzón en Trenes de Cuba, un grupo de Facebook que me ha permitido infiltrarme en una comunidad de ferroviarios y compartir con ellos una cultura de la que fui parte desde que nací. No he podido dejar de mirarla. A cada rato vuelvo a la pantalla a revisar cada detalle.
Corren los días finales de los años 70 o acaban de empezar los 80. Son las 9:11 de la mañana, si es que el 702 (que circulaba entre Sancti Spíritus y Cienfuegos) iba a su hora. Por el estado de la hierba es época de seca, entre noviembre y abril. Pero, como no han cortado aún el cañaveral, me atrevo a asegurar que es antes de febrero.
Cada poste de esa cerca fue antes un travesaño. Cuando eran retirados de la línea, Aurelio cargaba con ellos y así fue delimitando su potrero, que estaba dentro del triángulo del ramal Cumanayagua. Antes había sido un impenetrable aromal (los villareños le decimos aroma al marabú). A fuerza de machete, pico y pala, él logró limpiarlo.
Siempre le había dicho a Diana que mi abuelo era tan obsesivo con sus cosas, que había puesto todos los postes de su potrero exactamente a la misma distancia. Gracias a esta foto se lo pude probar. En medio del potrero se ver una cerca todavía construcción, la hizo para que las vacas no se le metieran en el arroz.
Justo donde está la tabilla que marca el kilómetro 33 del ramal Cruces (luego ese tramo se convirtió en la Línea Cienfuegos- Santa Clara y Camarones quedó en el kilómetro 24) está el patio de Quico Monzoña. Allí jugué muchísimo con arcos y flechas, tirapiedras y pelotas de goma que bateábamos a mano limpia.
Entonces una de mis aventuras preferidas era pasar por debajo de las vías, a través del tubo que tenía la alcantarilla de la cañada. Luego, en época de lluvias, se llenaba de agua y se hacía intransitable. Para entonces llegaba el momento de pescar biajacas y pequeños crustáceos.
A lo lejos se ve el techo amarillo de la caja del teléfono. Allí pedían autorización para salir a la principal el mixto de Cumanayagua y el tren de caña de Mal Tiempo. Desde mi casa se veía llegar la jadeante locomotora de vapor, ya en los días finales de su vida útil. Siempre corrí para no perderme ese espectáculo.
Sé lo que pasó antes de la llegada de ese tren y lo que ocurrió cuando siguió de largo, dejando una nube de polvo en los cruceros de San Fernando y Cienfuegos. Por eso, más que una foto, para mí es una película. La vi incontables veces y, gracias a esta imagen, puedo seguir disfrutando de ella.
Ahí está mi lugar en el mundo y todo lo que necesito de él. Por imágenes como esta y por todos los recuerdos que sigo teniendo en la cabeza, no necesito moverme de donde estoy para volver cada vez que quiera. Es así que puedo oír los pitazos, saludar a la tripulación y sentir el olor que queda a hierro y alquitrán.
Una foto que apareció de pronto se ha convertido en un largo viaje de regreso.
1 comentario:
Hermoso...
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