Cuando Diana y yo tomamos la decisión de construir una pequeña cabaña cerca de la nuestra, para alquilarla a quien se aventurara a subir hasta la Loma de Thoreau, no nos imaginábamos cuánto íbamos a disfrutar esa experiencia. Lo mejor de todo es que cada huésped de Arriero se va con las ganas de volver.
No hemos podido conocerlos a todos, pero siempre nos emocionan sus reseñas, sus evaluaciones y los testimonios que nos hacen llegar. Aunque hasta ahora tenemos en Airbnb una puntuación perfecta (como Nadia Comăneci), seguimos esmerándonos en cuidar cada detalle y en mejorar aún más.
Todo empezó como un divertimento, pero cada vez nos lo tomamos más en serio. Tanto, que nos gustaría seguir haciéndolo cuando nos jubilemos. Por eso acabamos de invertir en un apartamento junto a un pequeño lago, a unos pocos pasos de una de las playas más hermosas de la península de Samaná.
Cuentan que en Cienfuegos, en el centro de la isla de donde Diana y yo venimos, una aborigen llamada Guanaroca abrió un higüero y de él salieron los peces, las aves y las aguas de la laguna que lleva su nombre. Al final del Malecón de la ciudad hay una escultura de Rita Longa que recuerda esa leyenda.
Justo delante de nuestro nuevo apartamento hay un higüero cuyas ramas caen sobre el lago. A su alrededor hay una rica vida silvestre. Es por eso que le hemos dedicado el nuevo refugio a la remota deidad cienfueguera. Esperamos que aquí también ella siga haciendo maravillas para nosotros y para los que nos visiten.
Mi Cucha disfruta la montaña tanto como yo, pero a ella también le fascina el mar y ha llegado el momento de complacerla. Una nueva aventura acaba de empezar.
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