En 1978, cuando llegué a una escuela al campo en el Escambray, me tocó trabajar en el vivero. Tenía 11 años y debía cumplir una norma que consistía en llenar 200 bolsas de tierra y plantar, en cada una de ellas, cuatro granos de café. Para hacer más efectiva mi tarea, me llenaba los bolsillos de los pantalones de semillas.
Cada fin de semana mi abuela Atlántida encontraba granos de café en los bolsillos de mi “ropa de campo” (así le llamábamos a la muda que usábamos para ir a trabajar). Sin yo saberlo, ella y mi abuelo Aurelio fueron haciendo un pequeño vivero. Colamos café de aquellas matas cuando esa bebida se convirtió en un escaso lujo para los cubanos.
Una de las primeras cosas que hice en la Loma de Thoreau fue sembrar café. Compré más de 500 posturas de Catimor, una variedad enana con altos rendimientos y resistente a las enfermedades que se encuentra comúnmente en Malawi, Zambia y Zimbabue.
Ha llegado el momento de la cosecha y la parición ha sido increíble. Disfruto mucho ver las matas llenas de granos maduros. Pero hay algo que disfruto muchísimo más. Nadie preguntará por qué he sembrado ese café, ni de dónde saqué las posturas. Haré con él lo que quiera.
Esa libertad que tengo ahora para hacer lo que antes era una obligación, es el mejor homenaje que le puedo hacer al niño que debía cumplir una norma de 200 bolsas y a la abuela que recolectaba semillas de los bolsillos de su nieto. Muchas veces me he preguntado por qué sembré tanto café.
Ahora sé que lo sembré para probarme a mí mismo que soy un hombre libre.
3 comentarios:
Hace unos días, paseando por el Loro Parque, en Canarias, encontré una mata de café, llena de granos maduros. Se lo hice notar a Ileana y a Elina. No me hicieron mucho caso en medio de la emocionante experiencia del Loro Parque, que es un lugar excepcional en el mundo. Así que me quedé atrás olisqueando las hojas y las ramas. Me eché finalmente una de aquellas cerezas rojas a la boca.. el dulzor me llevo a 1982, cuando me obligaron a ir a recolectar café un par de km más allá de donde tú las sembrabas. Cuba y Café… son palabras persistentemente relacionadas. Están buena esa producción..!
Soy de la generación del Cordón de La Habana y el café Caturra. Perdí la cuenta de las bolsas de polietileno que rellené con posturas durante una buena temporada de mi infancia. En lugar de estar jugando pelota, empinando papalote o montando bicicleta, nos convencieron de la importancia del café Caturra que garantizaría properidad al país. Tienes suerte de poder cosechar tu café, yo jamás pude colectar ni un grano de aquel Caturra milagroso del Cordón de La Habana, uno de los tantos desastrosos proyectos económicos con que nos mantuvieron a los habaneros inútilmente esperanzados y trabajando como chinos.
Cuantos planes inutiles, cuantas horas, dias, años perdidos. Cordon de La Habana, Plan Yabu en Santa Clara, Plan Banao en Sti. Spiritus, Plan San German en Oriente, Zafra del 70, en fin pura perdida.
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