Artistas cubanos en el plantón frente al Ministerio de Cultura. |
Una ambulancia tripulada por fornidos paramédicos se detuvo frente a la casa en ruinas donde integrantes del Movimiento San Isidro se mantenían en huelga de hambre. Uno de los ocupantes del vehículo derribó la puerta de una patada. No era un paramédico, era un paramilitar.
En lugar de dirigirse a un centro de salud, la ambulancia fue directo a una estación de policías. En el camino, represores se deshicieron de sus disfraces. La dictadura se apresuró a comunicar que la operación procuraba evitar una crisis sanitaria. La nota de prensa no se refiere en ningún momento al origen del hecho.
Los voceros del régimen (conocidos como ciberclarias, en “homenaje” a ese asqueroso pez que ha destruido los hábitats en Cuba) justificaron lo injustificable.
Horas después, en una reunión que sostuvieron 30 de los plantados frente al Ministerio de Cultura con funcionarios de esa institución, se denunció que “la Seguridad del Estado se ha convertido en una fuerza paramilitar”. ¿Alguna vez no lo fue? Apenas a unas cuadras de allí lo estaba demostrando.
En Paseo y 15 tenían listo un acto de repudio, una de las más bochornosas invenciones del Fidel Castro para silenciar a los que su régimen no quería, no necesitaba. Con gases lacrimógenos y amenazas de cárcel, impedían que más jóvenes se sumaran al plantón y le llevaran agua a los que habían permanecido allí por horas.
Nadie logró verlas, pero no lejos de la manifestación seguro que aguardaban las ambulancias. Ahora ellas también son parte del terror en Cuba.
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