—El año que viene cumplimos 10 años —me dijo Diana después de pasarse un rato mirando a la luna llena.
Acabé el último sorbo de ron que quedaba en el vaso y le di un abrazo. Como suelo hacer en esas circunstancias, llevé mi nariz lo más cerca posible de su cuello. Ese olor me gusta más que es el de la hierba recién cortada (¡que es mucho decir!). Ya hace 9 años que conocí a la muchacha con la que volví a Cuba.
Yo era un rompecabezas que cada vez perdía más piezas y ella solo quería rearmar su vida. En el andén de la estación del Paradero de Camarones (20 de septiembre de 2011, 2:36 p.m.) ella empezó a encontrar los pedazos de mí que faltaban. En el andén de El Cristo (25 de septiembre, 12:09 p.m.) decidimos rearmarnos.
Luego, en una montaña de la Cordillera Central dominicana, hemos ido construyendo lo que ella tanto extrañaba de la casa de su abuela en Alto Songo y el lugar con el que siempre soñé en El Escambray. Tabla a tabla, árbol a árbol, hemos ido viviendo la vida que imaginamos.
Ahora solo esperamos la edad del retiro para pasar la mayor parte del año en la Loma de Thoreau. Creemos que, aun si Cuba se liberara hoy, ya estamos muy viejos para volver a empezar de cero. Reconstruir esa larga extensión de ruinas tomará décadas y nosotros no tenemos tanto tiempo.
—El año que viene cumplimos 10 años —me dije a mí mismo, después de servirme el segundo 1888. Bruce Springsteen estrenaba para nosotros “Letter To You”. La luna llena colgaba ya del último pino y un olor, que me gusta más que el de la hierba recién cortada, se fue acercando lentamente.
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