Dice Michel Houellebecq que el hombre no está hecho para ser feliz en forma permanente. De la misma manera que creo que ya fui lo suficientemente vegetariano en mi otra vida (en Cuba, quiero decir), pienso que he sido lo suficientemente infeliz como para no intentar la felicidad de ahora en adelante.
Cada día encuentro razones más poderosas para encerrarme en nuestra Loma y olvidarme de lo que pasa en el “llano”. El mundo actual es tan patético y ridículo que me da pereza hasta tratar de entenderlo. Estoy harto de los justos, de los correctos, de los diversos y de todas esas siniestras trampas que nos tienden a diario con su superioridad moral.
Como no puedo contener mis inclinaciones incorrectas y mi animadversión por la dictadura de los buenistas y de los que siempre están en lo cierto, me aíslo monte adentro. Los árboles, las aves del monte y la neblina que nos visita de ven en cuando me parecen los mejores vecinos a los que puedo aspirar.
Es viernes y llueve a cántaros. Pero no se preocupen, sé perfectamente a quién acudir.
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