01 noviembre 2020

El monasterio cisterciense

Muy cerca de la Loma de Thoreau,
cruzando el arroyo Cercado,
hay un monasterio
que pende de una montaña.
En un punto que el sol
apenas alcanza
comienza el silencio del día.
Muy temprano en la mañana
y justo antes de que anochezca,
los monjes hacen sonar
sus campanas.
Llaman a callarse en un lugar
donde el sonido crece silvestre,
como esas flores que se marchitan
de solo tocarlas.

Hace unos días acompañé
a Diana al monasterio.
Uno de los monjes salió
a saludarnos.
Compartimos unos minutos
de silenciosa conversación.
Como campanas,
replicamos
nuestro mutismo
por la ladera de la montaña.
En el camino de regreso,
la luz de la tarde
reproducía su estruendo
a nuestro paso.
El día, ya apagándose,
se marchitaba de solo mirarlo.

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