Uno de los grandes mitos cubanos tiene que ver con el ron. He escuchado incontables veces que los mejores añejos de Cuba son los que se envejecen en las antiguas barricas de Bacardí, porque tienen más de 60 años de “curación”.
Estas barricas (que ahora usaremos como maceteros en la Loma de Thoreau) fueron descartadas por Brugal porque ya estaban próximas a cumplir los 20 años. Su madera y su tostado interior poco pueden ofrecerle a un buen ron.
Su primer uso fue, durante 7 años, en Jack Daniels. Luego viajaron desde Lynchburg, Tennessee, hasta Puerto Plata. Brugal, además del roble blanco americano ex bourbon, envejece en roble rojo español con un con un uso en vino de Jerez o Pedro Ximénez.
Los rones se envejecen en barricas con un uso en otra bebida. El roble blanco (que casi siempre es el punto de partida) da notas de vainilla, caramelo, toffee y chocolate. El roble rojo, da notas de frutos secos y frutas maduras.
Un amigo dominicano, gran conocedor del mundo de los destilados, se sorprendió cuando oyó a un maestro ronero cubano asegurar que, en las bodegas de Havana Club, se atesoraban barricas con más de seis décadas de uso.
—¿Cómo es posible eso? —preguntó el dominicano desconcertado.
—Con amor —respondió el cubano como si contara un secreto—, con mucho amor.
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