Ayer fui víctima de varios ataques de ciberclarias. Compartí dos avisos al respecto. Con la primera mantenía una “amistad” de 6 meses. Hibernó (o me observó) durante todo ese tiempo. Supongo que había aceptado su solicitud porque teníamos en común amigos que aprecio mucho.
Empezó poniendo varios “me gusta” en publicaciones insulsas. Luego arremetió contra una de mis gusanerías. Poco después, otra ciberclaria, con la que tenía en común 46 amigos, también embistió un comentario mío en un post que ni siquiera estaba relacionado con Cuba.
Cuando advertí la presencia de los detestables intrusos, algunos que aún no están familiarizados con el término preguntaron qué era una ciberclaria. Para responderles, le pedí ayuda a amigos que también han sido víctimas de los ataques y los susurros de la más reciente mutación del hombre nuevo.
“Es difícil hacer una definición académica de la ciberclaria. Pero partiendo de que la claria o pez gato es un alimento aborrecible introducido por el estado a la fuerza y en detrimento del ecosistema, parece justo adjudicar estas características a los troles que hacen propaganda oficial en las redes sociales”.
Jorge Luis (Wichy) García Fuentes
“La ciberclaria es un trol en coyuntura. Habita en los comentarios y vive de poner la cosa mala”.
Antonio José Ponte
“Vienen en formas y tamaños diversos. A ratos, son solo voyeristas destinados a escribir grises informes. A ratos, la versión virtual de aquellas Brigadas de Respuesta Rápida que de modo acrítico salían a interponerse entre una idea o un cuerpo y lo que esa idea o ese cuerpo querían expresar. Son víctimas asalariadas de un sistema que les roba, entre tantas cosas, su dignidad y su futuro”.
Mabel Cuesta
Mejor, no lo hubiera podido explicar. En el diccionario de cubanismos del tardo castrismo, muy cerca de ciberchancleteo, habrá que hacerle espacio a la ciberclaria. Ambas definiciones tendrán que estar relacionadas entre sí, porque son producto del mismo oprobio.
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