24 julio 2024

El reloj de la Cuban Central


El reloj de la Cuban Central todavía anda,
sus agujas aún caminan
por las difíciles horas
que nadie más se atreve a pisar.
En las habitaciones contiguas,
del otro lado de las gruesas paredes,
se escucha el gran esfuerzo que hace
para subir la cuesta del mediodía.
Luego baja, cauteloso, sin prisa,
hasta los minutos finales de la tarde.
Puntual, inglés tenía que ser,
se alista para el insomnio
de la siempre extensa madrugada.
Entre las manchas de humedad
y la madera descascarada,
hace que su péndulo oscile
de un extremo al otro del verano.
Todo aquí ya se ha detenido,
hace mucho que no pasan trenes
y los pocos molinos que quedan
le hacen caso omiso al viento.
Incluso las pocas bestias
que algunos mantienen
escondidas en los patios,
obedecen,
mansas,
cada orden de detención.
Nada se mueve
en ninguno de estos territorios
que ya no coinciden con los mapas.
Sólo el reloj de la Cuban Central
todavía anda.
Su mecanismo, preciso,
impertérrito,
sigue fiel a la costumbre.
Entre las manchas de humedad
y la madera descascarada,
sus agujas aún caminan por las horas
que nadie más se atreve a pisar.
Disciplinado,
atento,
espera el día
en que cada cosa se ponga en marcha.
Nadie dude que, llegado el momento,
estará listo
para para darnos la hora exacta
y empezar a subir la cuesta del mediodía.

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