El mayor obstáculo que encontraron Máximo Gómez y Antonio Maceo al llegar a Las Villas fueron los trenes. El territorio ya en ese entonces tenía una formidable red ferroviaria que conectaba a la mayoría de los ingenios y a los principales poblados, permitiéndole al ejército español movilizar a las tropas con rapidez.
En 1895, pese de la guerra, el Ferrocarril de Cienfuegos & Santa Clara garantizaba un eficiente servicio. Trenes de pasajeros, de carga y mixtos se encargaban de mantener comunicada a la provincia de costa a costa, asegurándose de llevar a los puertos la producción de azúcares y miel de los ingenios.
En su libro Crónica de la guerra de Cuba (Barcelona, 1896), Rafael Guerrero recoge el ataque a un tren mixto entre las estaciones del Paradero de Camarones y Hormiguero. A toda velocidad, el tren logró escapar de “una lluvia de balas” y llegar a salvo a Palmira.
Frustrados, los insurrectos se fueron al ingenio Hormiguero y le ordenaron al maquinista de una de sus locomotoras de vía estrecha que les entregara “una mandarria y varias herramientas”. Quitaron un carril y le abrieron la válvula a la máquina para que se descarrillara, la cual se volcó y fue destruida.
Luego volvieron a la línea principal y retiraron los carriles y los travesaños de un largo tramo. Al llegar a la estación un tren de viajeros procedente de Cienfuegos, pidió auxilio por el telégrafo. Desde el Paradero de Camarones acudió una locomotora con tropas y desde Cruces un tren con los reparadores.
Tres horas después se restableció la circulación y el tren continuó su viaje hacia Sagua la Grande. Meses después, el 15 de diciembre, esas mismas locomotoras avisarían al mundo de la batalla de Mal Tiempo. Otro cronista de la Guerra de Independencia, José Miró Argenter, las describe pitando sin cesar en todas direcciones.
Esa tarde fue la última vez que la historia pasó por el Paradero de Camarones. Nunca más se ha bajado allí, tampoco la han visto seguir de largo.
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