31 mayo 2022

El reloj de Lalo Herrera


En Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj, Julio Cortázar asegura que cuando te regalan un reloj también “te regalan la obsesión de atender a la hora exacta”. Por eso el autor de Historias de cronopios y de famas acaba afirmando que “no te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”.
Ese no es el caso de Lalo, uno de los cinco hermanos Herrera que vivían en una pequeña y muy humilde casa, justo donde comienza la carreterita que llega hasta la estación de ferrocarril del Paradero de Camarones. Eran cuatro hombres (Lalo, Cine, Monguito y Cebollón) y una mujer (Dolores).
Todos eran muy nobles y solterones. Pero a veces, por cualquier bobería, discutían entre ellos. Cada vez que empezaba una pelea, Dolores salía al patio con un pedazo de tela blanca. La ondeaba desde lo alto de un taburete, como si fuera una bandera: “¡Paz, hermanos míos, paz!”, gritaba.
En un cumpleaños de Lalo, entre todos hicieron una colecta y le regalaron un reloj. Como era costumbre en el pueblo, de inmediato lo fue a lucir a La Esquina. Nuestro Times Square. El punto donde se cruzan la carretera de Cienfuegos a Santa Clara con la de San Fernando y el callejón de La Flora.
Muchos, sorprendidos con la joya que lucía Lalo, se acercaban a preguntarle la hora. Al elegir el regalo, sus hermanos no habían tomado en cuenta un detalle. Para Lalo resultaba incompresible el significado de aquella esfera con doce números y tres agujas que avanzaban a diferentes velocidades.
—¡Mátate tú mismo ahí! —resolvía con elegancia, extendiendo el brazo del reloj para acercarlo a los ojos de los que preguntaban.
Al escribir su historia, Cortázar no contó con alguien como Lalo. En ese caso, el problema no era suyo sino de los demás. A Lalo Herrera no le regalaron un reloj. El Paradero de Camarones fue el regalado. Los del pueblo que le preguntaban la hora a uno que no se la sabía fueron los ofrecidos para el cumpleaños del reloj.

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