22 septiembre 2020

Lantanas

Leocadia, la dueña de Puerto del Tarro, uno de los viveros de Jarabacoa, fue quien nos sugirió el jardín de lantanas. Nosotros buscábamos una planta de sol que formara un seto vivo en el andén de los parqueos, donde se produce un rápida y peligrosa caída en el terreno.
Las elegimos de varios colores y las sembramos demasiado juntas, tratando de cubrir antes de tiempo tanto espacio vacío. Hierbas al fin, no solo encontraron la manera de adaptarse, sino que comenzaron a expandirse loma abajo hasta conquistar el territorio de los helechos más cercanos. Al llenarlo todo de minúsculas flores, las lantanas acabaron convirtiéndose en la principal atracción para abejas, mariposas y colibríes. Desde que amanece hasta que empieza a caer la tarde, esa pequeña porción de tierra debe tener la mayor cantidad por metro cuadrado de toda la montaña.
Entre sus densas ramas, que se van tejiendo hasta conformar una enorme cobija, ciguas y colibríes han encontrado el lugar perfecto para anidar. Como la construcción de la cocina está ya muy avanzada. Hemos empezado a pensar en cómo serán los jardines. “¡Lantanas!”, dijo Diana señalando lo que será el frente. 
Disfrutaremos mucho la llegada de abejas, mariposas y colibríes al nuevo reino que les sembraremos. Diana suele conversar con ellos mientras se bebe el primer café. Les da los buenos días y le dice cosas que ni siquiera habla conmigo. Por eso me ha pedido que le ponga un columpio justo encima del nuevo jardín.
Ya me imagino lo que se trae entre manos.

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