17 septiembre 2020

El hombre que velaba por la pulcritud de Martí

En septiembre de 2011, junto a Machín y Yayo Pis,
un amigo de la infancia.

Machín era un hombre de estatura mediana y de una complexión más bien frágil. Pero su resistencia al tiempo, a la cal viva y al alcohol lo convirtieron en una figura épica. Era el pintor del Paradero de Camarones, el hombre que velaba por la pulcritud de Martí. 
En 2011, cuando volví con Diana Sarlabous a mi pueblo, Machín fue una de las primeras personas en salir a saludarme. Me dio un fuerte abrazo y, lloroso, me dijo que todos nos extrañaban mucho. Como también lloro con facilidad, acabé enternecido. Yuyo Serralvo, el alcalde, llegó y empezó a llorar con nosotros.
“Te voy a tener que sacar de aquí”, me amenazó Diana tratando de que me contuviera. Machín y Yuyo le contaron la historia de mi familia y, con lujo de detalles, mi infancia. “Camilito, cará”, repetían constantemente, como si estuvieran delante de un fantasma o me velaran de cuerpo presente.
En el Paradero de Camarones no teníamos dónde echarle flores a Camilo. Fueron justo Machín y Yuyo quienes se encargaron de resolver el inconveniente. Hicieron un pequeño estanque que llenaron con agua y azul de metileno. Con brochazos blancos, Machín restauró hasta el Martí que el moho había desfigurado.
Hace poco supe que había muerto. Al final el tiempo, la cal viva y el alcohol lo acabaron venciendo. No me imagino a mi pueblo sin él. Es como si a París les faltara el Museo del Louvre o El Prado a Madrid. Uno extraña a los lugares que ama por la gente que les dieron sentido y nos obligaron a pertenecer a ellos. 
Mi Paradero de Camarones, como mi Cuba, se está quedando cada vez más vacío. Ahora también me falta Machín, su abrazo lloroso y curado en ron ya no me espera en La Esquina. Su voz ronca, como si estuviera hecha de brochazos en vez de sonidos, ya no retumba en las paredes acabadas de pintar. 
En la escuela, el busto del Apóstol debe de estar irreconocible. ¿Quién velará por su pulcritud ahora? ¿Quién atravesará el pueblo con una escalera, una brocha gorda y una lata de lechosa, cantando en primera persona la canción de los angelitos negros? Machín, cará.

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