“Nos perdemos por el mundo,
nos volvemos a encontrar”,
Atahualpa Yupanqui
Mi padre, Serafín Venegas Nodal, le daba mucha importancia a compartir y disfrutar con los amigos. Nunca lo vi entrar a una iglesia, pero el acto de sentarse a beber con algunos pocos elegidos era para él una ceremonia religiosa.
Lo recuerdo en el muro de la casa de Villo, con los pies colgando hacia la calle Oriente de Manicaragua. O en la proa de un barco pesquero en Casilda, con los pies colgango hacia la bahía. Siempre estaba atento de los vasos para que nunca se vaciaran. Trato de imitarlo en eso.
La Estación del Norte, nuestro refugio madrileño, empieza a dejar de ser una casa vacía con los recuerdos que dejan en ella los que nos visitan. Aquí me tienen con dos cubanos que admiro profundamente y a los que siempre quisiera a mi lado (yo siempre estaré del suyo): Miguel Grillo y Antonio José Ponte.
Qué lujo más grande poder sentarse entre esos dos tipos, brindar con ellos, celebrar las Cuba que llevamos a cuestas.
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