20 septiembre 2024

Las señales y el agua del Camino


Ana Rosario y Tom, que hicieron el Camino Inglés durante la pandemia, nos sugirieron una aplicación que permite seguir el mapa en los trayectos que no tienen cobertura. Aunque la instalamos, nos propusimos usarla sólo en caso de emergencia. Preferíamos estar pendientes de las señales y guiarnos por ellas.
En la tienda donde compramos los zapatos (que sí nos aseguramos de que fueran de la mejor calidad), vendían unas bolsas para acumular agua en la mochila. Estuvimos a punto de llevárnosla, pero al final nos arrepentimos. Apostamos por andar con dos botellas pequeñas e irlas rellenando cada vez que pudiéramos.
Fueron dos decisiones acertadas. Estar atento a las señales, empezar a buscarlas cuando estábamos llegando a una encrucijada y no tomar atajos, nos llevó siempre por el camino correcto. Nunca, ni siquiera en los momentos de mayor duda, acudimos a la aplicación.
Las actuales señales del Camino de Santiago tienen la misma edad que mi hija Ana Rosario, se establecieron en el Año Santo Jacobeo de 1993, cuando la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad al Camino Francés. Entonces se asumieron las flechas amarillas de Elías Valiña, el cura del Cebreiro.
Elías fue un estudioso del Camino de Santiago y gracias a él se recuperaron varios tramos perdidos del Camino Francés, el que se ocupó de señalizar desde Roncesvalles hasta la plaza del Obradoiro. Para hacerlo, usó la pintura con la que trazaban la línea central de una carretera. Por eso las flechas son amarillas.
Actualmente, al menos en el territorio de Galicia, todos los caminos están señalizados. Además de las flechas del cura de Cebreiro, el trayecto está marcado por el logotipo de la vieira y por mojones que indican los kilómetros que faltan para llegar a Santiago. Muchos bares ofrecen, además de cervezas, indicaciones adicionales.
A lo largo del Camino también han construido fuentes de agua de manantial. Cada vez que llegábamos a una, me daba el gusto de beber como lo hacía en los arroyos del Escambray, con la mano, sorbo a sorbo. No dejé pasar ni una, probé todas las fuentes que encontré entre Ferrol y Santiago.
Algunos ven el lujo en lo más caro y exclusivo. Diana y yo, en cambio, preferimos lujos como las señales y el agua del Camino. En 2024, caminar más de 100 kilómetros a campo traviesa sin necesidad de Google Map y beber durante una semana agua de los manantiales que encuentras a tu paso, es un verdadero privilegio.
—¡Qué rica es el agua de Galicia! —me dijo Diana un día, después de saciar la sed.—¡Qué rica es el agua de Galicia! —repetí, después de no encontrar nada mejor que decir.

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