30 septiembre 2024

La despedida de Enrique Ponce de Las Ventas


—Esta es la única obra de teatro en la que se muere de verdad —dijo alguien a nuestras espaldas.
Miguel Grillo y yo, al escucharlo, nos miramos. Era la despedida de Enrique Ponce de Las Ventas y Madrid estaba lista para rendirle toda la pleitesía que el matador se merece. La muerte, como anunció el espectador, estuvo presente. También el arte. 
Nunca más usaré el pañuelo con el que pedí dos orejas para Ponce y una para Samuel Navalón, quien, después de sufrir un volterón que aterró a Diana y Rebeca, cargó la suerte una y otra vez. Enrique Ponce salió por la puerta grande y nosotros por un último brindis.
La primera vez que estuve en Las Ventas fue para ver a Celia Cruz. Salí sin voz, feliz de haber estado en una Cuba que desconocía. Allí también vi a B. B. King y a su amada Lucille. En ese ruedo el arte siempre me espera. 
Gracias, Miguel y Rebeca, por esta tarde madrileña. La próxima, como acordamos, será en la Loma de Thoreau.

Rebeca, Diana, Miguel y yo disfrutando el arte desde los tendidos.

Enrique Ponce, en hombros, a punto de salir por la puerta grande.

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