08 julio 2021

Aldo y Loli


Fueron mis compañeros de estudios en las montañas de El Nicho. Navegamos juntos en aquel barco que nos llevó, a través del lago Hanabanilla, a los albergues de madera donde viviríamos los tres años de la secundaria básica. Solo teníamos 11 años, pero nos obligaban a comportarnos como hombres y mujeres.

Aldo era mi vecino. Su casa estaba junto a la carreterita de grava que llega a la estación de ferrocarril del Paradero de Camarones. A él, como a mí, lo crió su abuela. Desde muy pequeño tuvo que hacerse cargo de sus hermanos y por eso le quedaba muy poco tiempo para jugar. Era muy rudo, pero cuando no podía ser de otra manera. El resto del tiempo su nobleza se imponía.

Loli era muy tímida, tardamos meses en oírla hablar. Era de Cruces y viajaba en otra guagua, pero coincidíamos en el embarcadero de El Salto. Al final del viaje en el barco, debíamos subir un empinado trillo que nos llevaba hasta el camino de Cien Rosas a El Nicho. Por él llegábamos a la escuela.

Los varones ayudábamos a las hembras a subir la loma y muchas veces cargábamos con sus maletas encima de las nuestras. Así fue que muchos nos enamoramos por primera vez. Los años 70 llegaban a su fin, era la época de Para bailar y el Mariel.

El país se dividía en bandos irreconciliables: los que apoyaban la pareja de baile de los hermanos Francia o a la de los hermanos Santos, los que habían decidido quedarse y los querían marcharse. Eso hacía que el más mínimo incidente se convirtiera en una declaración de principios.

En esas circunstancias Aldo y Loli se enamoraron y fueron sorprendidos en una de las oscuridades de la escuela. El director nos formó en la plaza y los subió en una tarima de madera para avergonzarlos delante de todos. El Chiqui, Yayo, el Negro, Diego, Osley, Javie y yo, bajamos la cabeza en nombre del Paradero de Camarones.

A partir de ese momento, Loli fue una muchacha aún más callada. No volví a oírla hablar hasta que su familia se mudó a nuestro pueblo. Al poco tiempo, ella se fue a vivir a la casa que estaba junto a la carreterita de grava que llega a la estación de ferrocarril. Se casó con Aldo y tuvieron dos hijas. 

Todavía están juntos.



CODA



Aldo y Loli volvieron con sus hijas y nietos a la escuela de El Nicho, en el Escambray. Aunque encontraron todo en ruinas, pudieron identificar cada espacio y encontrarse con sobrevivientes de aquella época en el pueblo. Las aulas desaparecieron, el comedor está a punto de derrumbarse, los albergues fueron convertidos en casas...
Ahí están, 40 años después, en el lugar exacto donde los pararon delante de todos. Orgullosos de que sus nietos conozcan el lugar exacto donde empezó la historia de amor de sus abuelos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Yo llegué a una "Escuela al Campo", con 11 años recientes cumplidos y no le deseo a ningún niño esa experiencia traumática.
Fué un acto criminal que la historia condenará.