18 febrero 2021

Iremos a Santiago


En 1970, el tren Habana- Santiago aún prestaba el servicio de coche dormitorio. Guillermo Vázquez (hijo del Mago Mandrake, un mítico maquinista) los recuerda. “Eran coches Pullman, comprados a Canadá de uso —asegura—. La tracción era de las venerables Clayton”.
Las Clayton fueron 10 locomotoras inglesas de gran porte y doble cabina que circularon en Cuba entre la década del 60 y principios de los 70. Los ferroviaros las llamaban Reina Isabel. Justamente el Mago Mandrake se empeñó en salvarlas y logró que la 52504 se mantuviera trabajando, ya sin resuello, por muchísimos años.

A Esteban Darias (nieto del ferroviario que enseñó a mi abuelo el oficio de jefe de estación y compañero de trabajo de mi madre y de mis tíos Cary y Aldo) todavía le brillan los ojos cuando habla de las Clayton. “Era impresionante cuando arrancaban en el andén de Santa Clara —recuerda—. El último coche pasaba volando”.

Cuando los Sarlabous decidieron marcharse de Cuba, viajaron de Santiago a La Habana en un coche dormitorio. Aunque Diana apenas tenía 5 años, recuerda claramente aquel compartimento con camas y amplias ventanas por las que se veía el país donde ella había nacido y del que se estaba despidiendo.

También recuerda los pitazos del tren, es decir, de la locomotora Clayton. Ayer me compré en eBay este boleto original de 1970. Nunca se usó. Era para un viaje en coche dormitorio de la Habana a Santiago. Diana y yo ya hemos decidido no volver a nuestro país hasta que llegue a él la luna llena de la libertad.

Entonces, una de las primeras cosas que haremos es completar aquel viaje en tren. Sacar el boleto de regreso para ponerlo junto al de ida. Ojalá que el coche no sea de agua negra sino dormitorio, con brisa y alcohol en las ruedas. ¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro! Iremos a Santiago.


1 comentario:

Ramon Ignacio Villavicencio dijo...

Me resulta gratificante recordar mis vivencias con viajes en tren en días del pasado. Cuando estudié en la escuela de arte de Villaclara, en Cienfuegos mi tren fijo cada quincena era el de Sagua a Santa Clara y de ahí otro a la Perla del Sur. Ya en La Habana el tren era el salvavidas ante el ocio y la rutina para cada viaje de divertimento. Cuando viajábamos en grupo la animación y jodedera de juventud no faltaban a bordo de “pata de hierro “. Gracias Camilo.