04 febrero 2021

Diana habla frente a una pantalla sin señal


Hace muchos años que Diana y yo no vemos televisión. Primero perdimos la costumbre y luego la paciencia. Llegó un momento en que no soportábamos sentarnos a esperar por la emisión de un programa o una película a una hora señalada. Netflix, Apple TV+ y Amazon Prime acabaron de liberarnos.
Para que Ana Rosario y Tom no volvieran a Madrid sin bañarse en el Caribe, nos fuimos a Casa Hemingway (un pequeño hotel que acabó encantándonos, tanto, que nos pasamos dos días más de lo previsto). Como olvidamos llevar el Apple TV, nos pusimos a ver televisión para quedarnos dormidos.

Entonces, pasando de canal en canal, caímos en Cubavisión Internacional.  Aunque la transmisión era en español, constantemente le tenía que estar traduciendo términos y significados a Diana. Ella se fue de Cuba a los cinco años, le cuesta entender las monsergas de los medios oficiales cubanos.

Como hace ya 20 años que yo también vivo fuera, algunas escaparon a mi comprensión. Todo lo que decían era tan anacrónico, pedestre y ridículo, que empezamos a reírnos. Hasta el parte del tiempo nos resultó gracioso. “¡Esto es una máquina del tiempo —exclamó Diana—, me parece que volví a los años 80”!

Pero luego todo se puso mucho más serio. Las noticias más alentadoras que daban provenían de Venezuela, Rusia o Irán. En el resto del mundo solo había conflictos o crisis insalvables. Un personaje muy desagradable (más de lo habitual) apareció en pantalla para atacar a los jóvenes artistas que se manifestaron frente al Ministerio de Cultura.

Entonces mi mujer me miró horrorizada. “Ya Cuba no existe”, —me dijo antes de cambiar el canal. Como en el próximo no había nada, se quedó viendo por un rato la pantalla sin señal. “¿Cuánto tiempo necesitará ese país para recuperarse de ese trauma? —se preguntó—. Nosotros no lo veremos, Cucho, no lo veremos”.

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