Todas las mañanas esta cigua amarilla (Spindalis dominicensis), prima hermana de la cigua cubana o cabrero (Spindalis zena), nos espera en la cocina para darnos los buenos días y vernos colar el primer Bustelo del día.
A media mañana se irá para los arbustos que rodean la cabaña y no volverá hasta el atardecer. No hicimos nada para que viniera a vivir con nosotros y se comportara como un ave doméstica, salvo reforestar toda la loma como muchos arbustos y árboles que le dan de comer su alimento preferido.
Fueron los frutos de las pendas, arrayanes, caimoníes, azaleas, guamas y guáranos los que convencieron a la cigua de quedarse en la Loma de Thoreau y, junto a Dino, Jack y Buck, convertirse en un miembro más de la familia Venegas Sarlabous.
A veces, cuando estamos cocinando, entra y se posa sobre los gabinetes para vernos mejor. Después de escucharnos atentamente, con un asombroso exceso de confianza, nos dice algo. Desafortunadamente, aún no alcanzamos a descifrar sus trinos.
Cada vez que llegamos de Santo Domingo, lo primero que hacemos Diana y yo es ir a la cocina para ver si ella aún está ahí. Siempre nos hacemos la misma pregunta cuando la reencontramos: ¿Por qué su corazón solitario decidió darle caza el nuestro?
Porque ella es libre, somos nosotros los cautivos de su presencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario