A mediados de los años 80 yo aún no había cumplido 20 años y era todo lo contrario de lo que soy hoy. Estaba terminando mis estudios en la escuela de arte de Cubanacán y no había nada más importante en mi vida que el teatro. Desde un viejo cassette, sonaba a menudo Return to Forever (1972) de Chick Corea.
Cuando supe que el pianista y compositor había muerto, busqué el disco en mi iTunes. No volví a pensar en Armando Anthony Corea (Chelsea, Massachusetts, 12 de junio de 1941 - Tampa, 9 de febrero de 2021) ni en lo que significa su incontenible imaginación y su falta de prejuicios para la historia de la música.
Al final acabé pensando en mí. En lo diferente que soy al muchachito aquel que se enfrentó por primera vez a los sonidos de “Crystal Silence”, “What Game Shall We Play Today” y, sobre todo, “Sometime Ago – La Fiesta”. La voz de Flora Purim acabó devolviéndome algunos sentimientos que había extraviado.
Hay discos que nos acompañan toda la vida y que significan más por los momentos en que han sonado a nuestro alrededor que por su contenido en sí. Return to Forever es un álbum extraordinario y Chick Corea fue un genio. Pero no puedo dejar de pensar en la luz de Miramar o en una Habana de lluvia cuando los oigo.
Solo por ese viaje de regreso que siempre acabo haciendo cuando suena la primera nota de Return to Forever, tendré que estarle eternamente agradecido a Chick Corea. Si a eso se le suman muchos otros álbumes suyos que han ido conmigo por otros momentos, mi deuda se hace impagable.
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