Mi primo Lazarito era lo primero que me venía a la cabeza cuando escuchaba la palabra Habana. Luego recordaba el sabor del queso crema, las galletas de soda y de aquella delicia que mi tía Sixta nos hacía antes de irnos a dormir. Muchos años después supe que la manera correcta de escribirlo era Quaker.
Los Venegas siempre fueron muy unidos… hasta que hubo que declararlos en grave peligro de extinción. Ya no queda ninguno de la segunda generación y los sobrevivientes de la tercera estamos desperdigados por el mundo. Lazarito, el único que permanece en La Habana, me manda besos y regaños a cada rato.
Primero me dice que me extraña mucho y, casi a reglón seguido, me reclama que la familia es la familia (se comporta como un descendiente de sicilianos y no de guajiros de General Carrillo). La última vez que nos vimos estuvimos abrazados por un tiempo que, según mi Cucha, fue interminable. Llorábamos, llorábamos.
Este video me lo envió él. Es la fiesta de 15 de una prima. Cuba, años 80 del siglo pasado. Todos aún estábamos vivos. Un minuto y dieciséis segundos donde mi padre aparece. Nunca sospeché que lo volvería a ver en movimiento, que recuperaría sus gestos… y sus besos (los Venegas somos muy besucones).
Primero aparece con Nori, su cuñada, la esposa de mi tío Cipriano. Después con Maricela, la más bella de mis primas. Papi mira a la cámara y sonríe. Hace 27 años que no veo esa sonrisa, pero sé perfectamente que se debe a una mezcla perfecta de felicidad con ron.
Mi primo Lazarito ahora es lo primero que me viene a la cabeza cuando escucho la palabra Cuba. Comprobé eso cuando vi un minuto y dieciséis segundos donde mi padre aparece y luego, casi al final, él baila con mi tías Sixta y Ramona.
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