Muy cerca del célebre salto de Jimenoa, en Jarabacoa, está el Instituto Técnico de Estudios Superiores en Medio Ambiete y Recursos Naturales. Hoy fui al vivero a buscar posturas de palma Manacla (Prestoea montana) para sembrarlas en la cañada de la Loma de Thoreau.
En el vivero, donde se reproducen especies endémicas del bosque dominicano, te regalan todas las posturas que seas capaz de sembrar. Hoy me recibieron Perla y Eloy. Al final, además de las palmas, cargué con posturas de cola (Mora abbottii Rose & Leonard), higüeros (la güira cubana), cedros, caobas y cipreses.
Mientras cargábamos el buggie, Perla me iba dando instrucciones sobre dónde sembrar y cómo cuidar cada planta. Ella estudia para ténico forestal y en las mañanas se encarga del vivero. No puede ocultar la felicidad que le produce regalar pequeñas posturas que en unos años se convertirán en grandes árboles.
—No hay nada más hermoso que los bosques de estas montañas —me dice—. Papá Dios se esmeró cuando hizo esta Cordillera.
Como Eloy había permanecido callado, le pregunté si él también había estudiado en el Instituto. Me dijo que no con la cabeza. Luego, después de pensarlo mucho, murmuró algo. Le dije que no había entendido. “Yo soy sembrador”, dijo en un tono más alto. “Tienes el oficio más lindo del mundo”, le aseguré.
Cuando ya me iba, Perla me dijo que para el mes que viene tendrán posturas de ébano verde, “el palo más lindo del bosque dominicano”. Le prometí que volvería a buscar al menos una, porque ya casi no me queda espacio. “Venga a buscarlas y las siembra por ahí”, me dijo Eloy mientras me enseñaba las palmas de sus manos.
“Ya usted ve”, comentó cuando la luz del sol cayó sobre todos sus callos. Cerré mis puños. Me hubiera dado vergüenza que viera mis palmas impolutas. Chocamos los codos (ese saludo horrible que impuso el coronavirus) y volví despacio, a no más de 50 km/h, para que las posturas no sufrieran.
Ahora voy a sembrarlas. Al menos por un rato, seré como Eloy, tendré el oficio más lindo del mundo.
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