04 octubre 2020

De no ser por ella

La mañana nos trajo esa temprana
frialdad de octubre y un profundo 
silencio que, con toda seguridad,
encontró en el océano.
Llegó puntual, 
justo a la hora que predecían
los artefactos que nos rodean.
Hice que oliera nuestro café
y la puse a oír 
viejas canciones cubanas.
Tardará apenas unos minutos 
en alcanzar
el potrero de Felo López
y las ruinas 
del Paradero de Camarones,
el lugar en el que pienso
cada vez que me despierto.
Reconocer que ella,
como las aves migratorias,
tiene la posibilidad 
de viajar a sitios
que para nosotros
ya no existen,
me produce 
una rara ansiedad, 
me desconcierta.

La mañana 
que unas semanas atrás 
nos trajo 
arena del desierto
y sal de Samaná,
hoy nos deja un silencio
que acaba callando
a las viejas 
canciones cubanas.
La luz que en sus ojos arde
alumbra las oscuridades 
de mi memoria.
Gracias a eso puedo ver,
con asombrosa nitidez,
lo que de no ser por ella
también se hubiera perdido.

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