Más
de una vez he confesado que pertenezco a una secta. Se llama Los Búfalos y nos
reuníamos regularmente. El pretexto era discutir lecturas y hablar de
literatura, pero lo mejor que sabíamos hacer era compartir grandes destilados y
brindar por cualquier causa perdida.
Nos
encontrábamos con regularidad hasta que perdimos a dos de los fundadores.
Primero, Antonio Membrive se tuvo que ir de regreso a Madrid. Luego, Héctor Concari
fue enviado a Cartagena de Indias. No nos hemos podido recuperar de esas
bajas. Salvo algunos mensajes y saludos en clave, Los Búfalos han permanecido
en una extraña hibernación.
Un
email de Concari, sin embargo, ha despertado nuestro instinto salvaje. Todo
empezó cuando él nos invitó a un encuentro clandestino en la casa de Gabriel
García Márquez en la Ciudad Amurallada. Aproveché su misiva para decir que acababa de releerme Crónicas de motel,
de Sam Shepard.
—Lo
leí a Shepard —respondió Héctor—, pero la verdad es que no me impresionó. Tengo
dos o tres en casa que te puedo pasar con gusto.
—Hablar
mal de Shepard en mi presencia —le advertí—, es como insultar a Faulkner,
Conrad o Cabrera Infante.
Fue
Alfonso Lomba quien buscó una rápida solución, antes de que nos enredáramos
en una cadena de insultos literarios.
—Podemos
establecer una forma civilizada de resolver este tema —Propuso—. Un duelo, con
las reglas de antaño. Fijen el día y quiénes serán los padrinos de cada uno.
—Sugiero
un duelo a shots de vodka —se adelantó Héctor—. La marca del arma queda a elección de Antonio, que de eso sabe.
Traté
de negociar con ron o bourbon, que son mis preferidos, pero no tuve éxito con
los jueces. Desde Madrid, por fin llegó el veredicto de Antonio.
—Recomiendo
un duelo al alba con Osos Blancos. Es la bebida preferida de la Marina mercante
rusa: un vaso highball con una cantidad moderada (2/3) de alcohol de farmacia
para blindar las heridas de una infección (sobre todo si son heridas literarias
como las suyas). Ese alcohol recio se rebaja convenientemente con champaña de
Crimea. Los marinos suelen tomarse, a largas tragantadas, entre cinco y seis.
En el caso de los literatos, más de dos es suicidio. Siendo búfalos puede irse
hasta tres sin gorro o hasta cuatro portando el amuleto de los cuernos de Pedro
Picapiedra.
Los borrachos más indomables del Paradero de Camarones, solían acabar en el traspatio de la Botica, cambiando víveres o azúcar por alcohol de 90º. Si caigo en el combate lo haré en honor a ellos, que siguen siendo anónimos o están muertos. Los alcohólicos de Shepard, al fin y al cabo, ya tuvieron quién los escribiera de una manera inmejorable.
Los borrachos más indomables del Paradero de Camarones, solían acabar en el traspatio de la Botica, cambiando víveres o azúcar por alcohol de 90º. Si caigo en el combate lo haré en honor a ellos, que siguen siendo anónimos o están muertos. Los alcohólicos de Shepard, al fin y al cabo, ya tuvieron quién los escribiera de una manera inmejorable.
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