Tengo
dos recuerdos de Gema Corredera que llevo conmigo como dos joyas. El primero
fue en la Escuela de Arte de Cubanacán, donde ella y yo estudiábamos. Pablo
Milanés nos estaba regalando un concierto y cuando llegó el momento de cantar “Yolanda”,
el trovador le preguntó al público si alguien podía hacerle la segunda voz.
Los
muchachos cargaron a Gema y la subieron en el escenario. Solo tuvo que meterse
las manos en los bolsillo de su jean y sacar su amplia sonrisa. Pablo se
mantuvo mirándola durante toda la canción. Ella, en cambio, miraba al cielo de
La Habana, segura, impecable, con la naturalidad de quien se sabe nacida para
cantar.
Eso
debió ser en 1986. Cuatro años después, recibí una extraña oferta de trabajo y
Gema estaba allí como testigo. Yo había conocido a Marta Valdés en la Casa del
Escritor de Matanzas. Fue Alfredo Zaldívar quien nos presentó y quien le contó
de mi fascinación por sus canciones.
Ese
día le regalé mi primer libro de poemas. Meses después fui, junto a Sigfredo
Ariel y Bladimir Zamora, a la peña que Marta acababa de estrenar en la casona
de Teatro Estudio. Empezaba el Periodo Especial (la grave crisis económica que
sobrevino en Cuba tras la caída del Muro de Berlín) y ella quería dedicarle un
espacio a la imaginación en medio de tantas carencias.
Nos
contó que trabajaría con algunos actores de Teatro Estudio y con dos jóvenes
músicos: Gema Corredera y Pavel Urquiza. “Me encantaría, Camilo, que tú seas el
director artístico de todo esto”, me dijo de pronto, sin levantar la vista de
las cuerdas de su guitarra. Fue gracias a eso, que pude conocer a Gema de cerca.
Hace
dos años nos reencontramos en casa de Eloy Ganuza (otro de mis más queridos
recuerdos de Cubanacán), en Miami. Un fuerte abrazo y las canciones de Marta saldaron
todo el tiempo que llevábamos sin vernos. Ayer, en su muro de Facebook, Norge
Espinosa hizo un anunció:
“No
sé ustedes, pero el 15 de julio (víspera del cumpleaños de Camilo Venegas, me
acuerdo ahora) yo estaré en Casa de las Américas, regalándome el concierto que a
partir de su más reciente disco, con temas de esa mujer de otro mundo que es
Marta Valdés, nos ofrecerá esa voz incomparable que es Gema Corredera. Feeling Marta. Who can ask for anything
more?”, escribió.
Norge
—le escribí en los comentarios—, acabo de oír el disco de Gema, mientras hago
tiempo para ir al aeropuerto a buscar a Diana, que llega en una hora en el
último vuelo de Panamá. Estoy llorando. No es un disco, es un estado de gracia.
A Elena Burke le hubiera encantado escuchar las canciones de Marta tan bien
cantadas por alguien que no fuera ella.
Mañana
quisiera escribir sobre mis recuerdos de esas canciones —agregué— y de esa voz,
cuando las conocí a ambas. Entonces todas las cosas estaban en su justo lugar y
todo eso que ahora añoramos tanto era tan solo el presente. Eso es lo que hago aquí, antes de darle las
gracias a Gema por su disco con canciones de Marta, otra joya que tendré que
llevar conmigo de ahora en adelante, siempre.
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