Ayer, 13 de junio, fue el Día Internacional de Sensibilización sobre el Albinismo. Al este de mi provincia hay una región montañosa. Allí conocí a una familia de albinos. Uno de ellos, que era de mi misma edad, fue mi compañero de aula en la Escuela Secundaria Básica en el Campo de El Nicho.
El albino de mi escuela era motivo de burlas constantes, tanto de los alumnos como de los profesores. Sobre su condición se contaban todo tipo de fábulas y superticiones. Trataba de pasar inadvertido, hacía todo lo posible para que nadie reparara en él. A veces daba la impresión de querer ser invisible.
Este poema, escrito a principios de los años noventa, es mi homenaje a la familia de albinos que conocí en el Escambray. En especial al que fue mi compañero de aula.
Lanzaron una aguja al
pajar de la noche
y le pidieron que tratara
de encontrarla.
de encontrarla.
Sus ojos, amarillos
y desorbitados,
alumbraron la oscuridad
húmeda y tupida de la
montaña.
Cuando por fin dijo que la
tenía,
mostró sus manos abiertas.
Estaba sangrando,
pero no dejó que nadie
se le acercara.
Sus ojos, ya apagados,
no lograban disimular el
dolor.
El albino encontró una
aguja
en el pajar de la noche.
Logró dar con ella
de una vez,
necesitaba demostrarnos
que no tener color servía
para algo.
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