Lo que más te asombraba
de aquel tomeguín
(que tu padre te trajo
de un espinar de
Manicaragua)
es que lograba volar
sin moverse
hacia ningún lado.
Aunque la jaula
(hecha con güines
de Castilla
que tu padre te trajo
de un arroyo
de Guanayara)
era pequeña
incluso para aquel
animal
diminuto y solitario,
se las arreglaba
para mantenerse
aleteando sin tocar
ninguna de las paredes.
Luego tú también
te las arreglaste
para seguir moviéndote
sin llegar a ningún lado.
De algo te sirvió
tener a un animal preso.
De él aprendiste
a mantenerte en el aire
sin tocar ninguna
de las paredes de tu país.
de las paredes de tu país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario