Roberto
Salcedo era un comediante de televisión cuando decidió ser alcalde del corazón
de Santo Domingo. Otro artista, muchísimo más talentoso que él, pero igual de
ineficiente al frente de la municipalidad, Jhonny Ventura, había sido su
antecesor. Pasamos de una Capital musical a otra que daba risa.
Durante
los 12 años de Roberto Salcedo, la alcaldía dejó de pensar al Distrito Nacional
como una ciudad y la gestionó como si fuera un escenario. Solo así se explican
el Zooberto (probablemente el parque más feo y ridículo del mundo), Brillante Navidad
(un grotesco espectáculo de luces en un país con serios problemas de generación)
y Güibia Semana Santa (una playa
artificial en medio de la calle, ¡justo al lado del mar!).
La
Capital de los dominicanos es también, por su importancia económica, la capital
del Caribe insular. Durante los 12 años que Roberto Salcedo se mantuvo al
frente de la Alcaldía, el Distrito Nacional creció de una manera desorbitada
hacia arriba. Como el Alcalde estaba concentrado en entretener (que es lo que en
verdad sabe hacer), esos casi tres lustros pueden considerarse perdidos para la
ciudad.
Cada
vez que la Alcaldía hacía algo, la gente lo bautizaba con un nombre despectivo.
Al parque lleno de monstruos, todos le llaman Zooberto; a los espacios públicos
que pintó al estilo Willy Wonka, canquiñas. En el antiguo zoológico, donde está
actualmente el Conservatorio Nacional, hizo un anfiteatro que le hace la vida
imposible a todos los que viven en sus alrededores.
Más
que un alcalde, Roberto Salcedo fue un animador sociocultural populista y
prepotente, que entretenía a unos (a cambio de votos) e imponía sus ocurrencias
a todos. Ahora que, según los primeros boletines de la Junta Central Electoral,
parece que nos hemos librado de Roberto Salcedo, imaginemos un Santo Domingo
sin él.
Los
dominicanos merecen una Capital más limpia y organizada, que cuando llueva no
se convierta en Venecia y cuando escampe deje de ser un caos. Los dominicanos
merecen una Capital llena de árboles y con muchos más parques. Los dominicanos
merecen una Capital ordenada, limpia, habitable, que represente de verdad su diversidad
cultural y su alegría.
Imaginemos un Santo Domingo que no le de risa a nadie, donde todos los que la viven estén orgullosos de ella.
Imaginemos un Santo Domingo que no le de risa a nadie, donde todos los que la viven estén orgullosos de ella.
3 comentarios:
Gracias Camilo! Te quiero! No podria decirlo mejor! Abrazo!
Excelente, verídico, cómico y merecido análisis de esa gestión.
Excelente, verídico, cómico y merecido análisis de esa gestión.
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